Si el Mundial de fórmula 1 finalizara hoy, se produciría una situación nunca vista. El todavía líder de la general, Michael Schumacher, lo es por un punto de ventaja sobre el segundo, Juan Pablo Montoya, y dos sobre el tercero, Kimi Raikkonen. 72 puntos tiene el pentacampeón, 71 el colombiano y 70 el finlandés. Para encontrar una situación similar habría que echar la memoria 22 años atrás, hasta 1981. Entonces, la clasificación final quedó con el brasileño Nelson Piquet en cabeza, con 50 puntos, seguido del argentino Carlos Reuteman, con 49, y el australiano Alan Jones, con 46.
Si el propósito de las nuevas reglas impuestas para la actual temporada era que hubiera más igualdad, tras el dictatorial paseo de Schumacher en los últimos tiempos, el acierto ha sido total: convertir la clasificación en una contrarreloj a una sola vuelta, obligar a que los coches salgan en la carrera con el mismo combustible con el que terminaron aquélla, impedir que los vehículos puedan ser manipulados -más que en casos de absoluta necesidad por roturas graves- entre el sábado y el domingo y, en fin, desterrar cualquier orden de equipo que pudiera falsificar el resultado final, y de eso sabía mucho Ferrari. Esas reglas, junto a otras de menor trascendencia, han puesto boca abajo un deporte tan monolítico como la fórmula 1.
Hace un año, a estas alturas, Schumacher se daba un homenaje en cada gran premio paseando su quinta corona. Y precisamente en Hungría la escudería italiana atrapó el título de constructores. Eran otros tiempos. Ayer, su actuación fue deleznable. Barrichello viajaba en la quinta posición cuando la suspensión trasera saltó hecha añicos y se quedó sin frenos. Y el jefe, Schumacher, acabó el octavo y fue doblado por el ganador, por Alonso, en una imagen que tiene una indisimulada pinta de relevo generacional. Schum, que comparte con Juan Manuel Fangio el récord de cinco títulos ganados, no renuncia a un sexto. Pero, con sólo tres pruebas por delante, con Montoya y Raikkonen echándole el aliento, cualquier mínimo error puede bajarle de un trono que ha ocupado en los tres últimos años con una suficiencia insultante.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de agosto de 2003