Ningún proyecto madridista de la etapa de Florentino Pérez ha sido tan presidencialista como el que está a punto de arrancar. Las decisiones tomadas desde el sillón presidencial han sido más arriesgadas que nunca. El máximo responsable del club ha apostado por dar un giro copernicano al equipo pese a sus éxitos de las últimas temporadas. Con cierto desafecto al presente, Florentino Pérez decapitó a dos pretorianos como Vicente del Bosque y Fernando Hierro a cambio de un técnico supuestamente más digitalizado -caso de Carlos Queiroz- y un futbolista con buena pegada, pero mayor púrpura -Beckham-. En parte como una mirada al futuro y en parte para aliviar el sofocón que produjo en el club la revuelta de los fastos del final de la Liga, el presidente, en su último año de mandato, ha lanzado al Madrid por un sendero repleto de incertidumbres.
Para hacer hueco a Beckham, el equipo debe cambiar de traje, un reto para Queiroz
De momento, ya con Queiroz en el vestuario, el equipo ha sufrido dos incidentes singulares: el destierro médico de Milito y la rebelión de Makelele, empeñado en una recalificación salarial. Sin Hierro ni el central argentino -que examinará sus músculos en Zaragoza- las opciones defensivas son muy limitadas. De la eficacia de Helguera no hay duda, y de las positivas señales emitidas por Pavón tampoco; pero detrás sólo queda un mocetón sin recorrido por ahora: Rubén. Por los costados defensivos, Miñambres y Raúl Bravo parecen estancados. El primero ya tuvo problemas anímicos durante la pasada campaña y el segundo, a pesar de su precoz y sorprendente internacionalidad, no respondió como se esperaba tras su cesión al Leeds United, en el que terminó condenado al cuarto oscuro.
Por si fuera poco, si a Makelele no se le pasa el globo, la fuga defensiva se multiplicará. A Cambiasso, su relevo natural, la temporada pasada se le hizo eterna, se desfondó a medio camino. Sin otro sostén -salvo una explosión del juvenil Borja-, Queiroz tendrá que hacer hueco a toda su lustrosa infantería. El pelotón ha crecido y ya no son cuatro, sino cinco con el icono inglés, lo que deja sin plaza a un segundo medio centro que ayude al barbecho. Un mecano de difícil encaje que pondrá a prueba el camaleonismo de algunos cracks, en caso de que Figo tenga que amoldarse al perfil zurdo; que Beckham deba remangarse por el ombligo del campo, lejos de su periferia derecha natural; o que Zidane se vea obligado a dar un paso atrás. Cierto que con el portugués a la izquierda y el internacional inglés a la derecha el equipo sería más simétrico que en cursos precedentes, cuando Zidane y Raúl se vieron obligados a remar por una orilla izquierda por la que a la hora de la verdad sólo percutía Roberto Carlos. Ahora, con el peso de la edad y tantas y tantas temporadas de saturación, el lateral brasileño tendrá que dosificarse, convertirse en un cometa más fugaz.
Durante la atípica pretemporada, Queiroz ha hecho todo tipo de pruebas con sus estrellas del centro del campo y los resultados no han sido satisfactorios. Lejos del ruedo asiático, cuando la cosa se puso seria -en Valencia y en Mallorca-, el equipo no funcionó y se mostró partido por la mitad, dependiente una vez más de la extraordinara pegada que se le supone, pero más expuesto que nunca a los azotes del rival. La llegada de Beckham obliga a cambiar de traje y el técnico tiene un reto mayúsculo: elegir entre la precisa pierna derecha del spice y un segundo escolta que tire de escoba con Makelele.
Muchas incógnitas para un proyecto que deberá ser ratificado en junio, cuando Florentino Pérez decida si envida de nuevo o deja paso al siguiente. Y por el camino, si las cosas se tuercen, la sombra de Del Bosque, Hierro, Milito... No hay precedente de un equipo que haya juntado a tantas estrellas en la misma pasarela y, en consecuencia, las exigencias deben estar a la altura. Mediáticamente, la política del club no se discute; deportivamente, la "modernidad" por la que han brindado el presidente y sus asesores no le garantiza la nota. Un envite tan hermoso como incierto. Puro riesgo empresarial.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 27 de agosto de 2003