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Reportaje:BARCELONA

Ronaldinho se hace querer

El brasileño simboliza la renovación futbolística del club frente a los complejos de los últimos años

Acabado el partido, uno de los futbolistas más acomodados de la plantilla del Barcelona terció ante los técnicos para salir del paso ante un marcador que no tenía perdón de Dios: 0-0. "¡El campo estaba fatal! Imposible jugar la bola", recitaba, cabizbajo, hasta que Ronaldinho le cortó: "Sí, ¿y qué? Con hierba o sin ella, hay que ganar toda la vida en Elche".

A sus cualidades físicas añade gestos técnicos únicos y un espíritu ganador

La camiseta con el '10' del 'crack' ha desbancado ya la del '11' de Rivaldo

De la misma manera que el presidente, Joan Laporta, expresa un cambio en la manera de mandar, Ronaldinho aspira a capitalizar una nueva forma de jugar que, por lo demás, no le es extraña al club, sino que evoca a los tiempos de cuando el Barça actuaba sin complejos. Frente al derrotismo y el conformismo, para combatir la cultura perdedora de los últimos años tan bien expresada en la cara de aburrimiento de Riquelme, Ronaldinho pretende tirar al equipo hacia delante. Jovial como ningún otro, el brasileño simboliza la alegría de jugar, de avanzar, de correr, de eliminar rivales, de celebrar un gol más que el contrario...

Al fin y al cabo, Rijkaard le ha dado al equipo las mismas vueltas que cualquiera de sus antecesores, como si cada uno necesitara regresar al punto de partida. Hay un dato escalofriante que certifica la incapacidad para salir del agujero donde lo dejó Figo: de los 17 fichajes del ex presidente Joan Gaspart sólo cuatro continúan:Overmars, Saviola, Gerard y Andersson.

Al igual que los demás técnicos, Rijkaard ha buscado un portero; fichado dos defensas, y pide un tercero, que siempre es un lateral izquierdo; olvidados Simão y Geovani, piensa en Quaresma como nuevo Figo y está convencido de que no necesita un delantero centro porque, echadas las cuentas, Kluivert da más goles de los que falla. La diferencia la marca Ronaldinho, amo del entrejuego en un plantel poco contundente en las áreas, a veces sin principio ni fin.

Mientras persisten las dudas sobre la competitividad de un Barça en reconstrucción, la hinchada está convencida de que Ronaldinho alegrará los partidos del Camp Nou y permitirá aspirar a la Copa de la UEFA como si fuera la Recopa. No ha habido encuentro en que no haya dejado su jugada, su señal, su saludo surfista de tipo feliz, deseoso de contagiar su vitalidad y ganas de ganar. La zamarra con el 10 de Ronaldinho ha desbancado ya la del 11 de Rivaldo, una de las más paseadas por los turistas, y también a la de Saviola, un punta al que la hinchada estima como sólo se quiere al hijo pequeño.

Saviola, como Ronaldinho, juega sin miedo, caminando más que desandando. Los brasileños siempre le han dado un punto de distinción ofensiva al Barcelona. Ya pasó con Romario, Rivaldo y Ronaldo y ahora se espera recuperar con Ronaldinho. Al nuevo crack le avalan más cosas de las que debe. Ya ha hecho su aprendizaje europeo en el París Saint Germain, con un entrenador de armas tomar como Luis Fernández, y la naturaleza le ha dado un físico envidiable: muslos exuberantes, cuádriceps de caballo, el arranque de un pura sangre y el equilibrio en la carrera propio del mejor atleta de medio fondo. No sólo es rápido y su capacidad de aceleración y cambio de ritmo sorprende a los defensas, sino que además es un buen conductor porque nunca pierde las referencias: ni la del rival, ni la del compañero ni mucho menos la del balón. Ronaldinho barre el frente de ataque como el mejor delantero e improvisa, intuye, crea e imagina tal que fuera el media punta más desequilibrante del torneo. Rápido y más pasador que goleador, su surtido de gestos técnicos le permite tener voz en cada partido con independencia del equipo: domina la pelota, combina, regatea, arma el remate y golpea con precisión y potencia.

A día de hoy, pocos futbolistas más mágicos y que provoquen tanto vértigo como Ronaldinho. "Es el único que puede cambiar la música de un partido", ha dicho Marcelo Lippi. Y el Barça bien que lo agradece.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 27 de agosto de 2003