Tuvieron su momento de gloria a comienzos de los años setenta, hace tres décadas, y, desde entonces, a pesar los frecuentes cambios de personal, siguen invariables ante el embate de los tiempos. El grupo de rock británico Deep Purple ha presentado en Berlín su primer álbum de estudio desde la grabación de Abandon en 1998. La nueva obra se llama Bananas -"sí, es un título tonto, detrás del cual puede haber cualquier cosa", admitió el cantante Ian Gillan-, y conserva la marca de fábrica de los púrpura: constante contrapunteo entre guitarra y órgano, por una parte, y bajo y batería cual pistones de una locomotora de vapor, por otra. Hard rock a la vieja usanza, en suma, profundamente honesto.
El margen de innovación es estrecho. En 'Bananas' lo que ha cambiado son unos cuantos matices
"Yo creo que las modas son para adolescentes, algo que se te quita con la edad", dice Ian Gillan
"Yo creo que las modas son para adolescentes, algo que se te quita con la edad", dijo ante un centenar de periodistas Gillan. La víspera había cumplido 58 años, el pasado 19 de agosto. Lleva el pelo corto, y ya es un recuerdo lejano la época en las que se atiborraba de drogas. Sobre el escenario se presentó descalzo, con pantalones chinos y con una cómoda camiseta negra. Nada de cambio de atuendo. Deep Purple va a lo que va: rock para menear la cabeza y sacudir los puños al aire. ¿No quisieran experimentar con música electrónica? "¿Y qué gracia tiene estar moviendo botones?", se indigna Gillan.
El cantante entró a formar parte de Deep Purple en 1969. Los dos fundadores -el organista Jon Lord y el guitarrista Ritchie Blackmore, de cuyo antagonismo personal y musical se nutrió la época dorada de Deep Purple in pock, Machine head y Made in Japan- ya no están en el grupo.
Habida cuenta de los muchos cambios de personal -los entendidos distinguen con intrincadas siglas 10 formaciones distintas- puede que algún día vuelvan. Por el momento, no obstante, tienen sustitutos hechos y derechos: el guitarrista Steve Morse, que se unió al grupo en 1994, y -estreno en Bananas- el organista Don Airey.
Con personalidad propia, uno y otro cumplieron su papel en el pequeño aforo de la Columbia Halle en Berlín: virtuosos solos de guitarra (Morse) y ocasionales excursiones en la música clásica (Airey). "Hay un espíritu en Deep Purple que va más allá de las personas", resume el bajista Roger Glover.
El margen de innovación es estrecho. En Bananas -grabado en cinta analógica y luego traspasada al formato digital- lo que ha cambiado son unos cuantos matices. El vozarrón de Gillan, por ejemplo, suena más nítido y claro.
Antes, Ritchie Blackmore no permitía este tipo de mezcla, que da un poco más de aire al sonido del grupo, alguna vez honrado por el Libro Guinness de los Récords como la banda de mayores decibelios sobre el planeta. Gillan rememora una curiosa anécdota: "Cuando yo le decía a Blackmore que no se le estaba escuchando la voz, me espetaba: '¿Acaso te crees Tom Jones?".
"Todavía nos divertimos mucho, y la gente lo nota", había advertido en la rueda de prensa el baterista Ian Paice. Es cierto: los púrpura se lo pasan igual de bien que sus fieles seguidores. A juzgar por los que acudieron a la Columbia Halle, la media de edad de su público -muy numeroso también en Europa del Este y América Latina- se acerca más a los 40 que a los 30. "Todos nosotros nos acomodamos perfectamente en una comunidad de vecinos cualquiera", dice Gillan.
Lo mismo vale para sus seguidores. Ninguna extravagancia a la vista. Por eso mismo no podrán faltar nunca -como, de hecho, no hicieron en Berlín- sus éxitos de siempre, Hush y Smoke on the water.
¿Por qué sigue tocando Deep Purple? ¿Por el dinero, por la fama? "Yo comencé a tocar blues desde pequeño y desde entonces no lo he dejado. Es mi manera de expresarme. Si eso se puede combinar con una vida normal, ¿por qué no hacerlo?", contesta Gillan. A lo que, en el fondo, nada queda por agregar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 27 de agosto de 2003