El primer compromiso oficial de la temporada del Madrid en el Bernabéu fue un partido soñado para David Beckham, que tiene la suerte de los elegidos. El inglés metió su primer gol y gritó a todo pulmón con los brazos en cruz. De cabeza y a centro de Ronaldo, con los roles invertidos y ante la ovación del público con su primer coro: "¡Beckham, Beckham, Beckham...!". "Yo estaba acostumbrado a los hinchas del Manchester, pero la respuesta del Bernabéu me ha asombrado", apuntó el inglés. Encima, cuando marcó de cabeza sintió un gusanillo "especial". "No estoy nada acostumbrado a marcar así", apostilló el inglés.
Fue una noche de contrastes. Especialmente por la desigual batalla que se libró en la grada. El sector radical de la hinchada madridista, los ultra sur, insultaron en varios plantes del encuentro al presidente, Florentino Pérez. Fue una proclama hueca, aislada, que rápidamente tuvo respuesta del resto de la afición. El abucheo enérgico del estadio acalló la protesta del bando más recalcitrante, que al parecer respondió de esta manera a la instalación de unas sofisticadas medidas de seguridad, destinadas a detectar objetos de metal entre los violentos.
El gran espectáculo de la noche lo ofrecieron los golpes francos. Esta suerte ha alcanzado una nueva dimensión desde la llegada de Beckham. En la primera parte, tres lanzamientos del inglés fueron respondidos desde la grada con silencios, primero, y aplausos, después. El resultado de los tiros libres no respondió a la expectación, pero Beckham no se fue con las manos vacías. Un gran cambio de juego del 23 blanco al principio del partido, fue recompensado con los primeros gritos de "Beckham, Beckham", escuchados en el Bernabéu. Su gol, en el segundo tiempo, desató la locura. Confirmaba que la Supercopa era blanca.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 28 de agosto de 2003