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LA POSGUERRA DE IRAK | La escalada de la violencia

Los chiíes guardan luto por su líder espiritual

Detenidos nueve iraquíes y diez ciudadanos de países árabes por el atentado de Nayaf

Nayaf, la ciudad santa de la comunidad chií en Irak, guardó ayer luto por el atentado con coche bomba que segó la vida de al menos 83 personas, entre ellas el ayatolá Mohamed Baquer al Hakim. Tras quedar aplazado hasta mañana el entierro del líder espiritual y político chií, una aparente calma se instaló en las calles de Mayaf. El cadáver de Al Hakim será trasladado hoy a Bagdad, donde recibirá un homenaje multitudinario antes de regresar a Nayaf pasando por el santuario de Kerbala. La policía iraquí se ha apresurado a detener a cuatro extremistas islámicos -dos iraquíes y dos saudíes- como sospechosos de la explosión que causó la matanza en la mezquita del mausoleo de Alí.

Nayaf está de luto. Las eminencias del vaticano chií han cerrado sus oficinas en señal de duelo por el asesinato de Mohamed Baquer al Hakim. Pero no guardan silencio. Carteles en todas las paredes recogen su condena al atentado que dejó al menos 83 muertos y 125 heridos, 60 graves. La calle, mientras tanto, aguarda instrucciones. No pasará nada en tres días, hasta después del entierro del ayatolá el martes. Con inusitada rapidez, la policía detuvo ayer a cuatro sospechosos por la mañana que, según la agencia Associated Press, llevaron a la detención de otras 15 personas. Otra consecuencia del atentado fue que un imam chií, Mohamed Bahr al Ulum, moderado como Al Hakim, dejó el Consejo de Gobierno.

"Quienes están detrás de este crimen brutal y todos los que antes se han perpetrado en Nayaf y otras ciudades del país son quienes no desean el restablecimiento de la seguridad y la estabilidad, quienes tratan de sembrar la sedición confesional y la división entre los hijos de esa tierra, pero estamos seguros de que los iraquíes lo comprenden y se tienden la mano", se lee en el comunicado difundido por la oficina del gran ayatolá Alí Sistaní, primus inter pares entre el cuarteto de eminencias religiosas que constituyen la hawza, la más alta autoridad espiritual chií.

A la puerta de sus oficinas, unos fornidos voluntarios armados impiden el paso. El resto de la ciudad también está patrullada por milicianos. "Son de la Brigada al Bader", señalan varios ciudadanos satisfechos por su presencia. Pantalón oscuro, camisa blanca, chaleco antibalas negro y el inevitable Kalásnikov, les dan aspecto disciplinado. Esta milicia fue creada por Al Hakim en 1984, durante su exilio en Irán, con el objetivo de combatir al régimen de Sadam. Cuando el ayatolá regresó a Irak, el pasado mayo, sus hombres, entre 4.000 y 20.000 según la fuente, dejaron el armamento pesado en el país vecino y mantuvieron sus armas cortas lejos de la vista.

Tres días de rezos

No necesitan hacer mucho esfuerzo para mantener el orden. Con la disciplina que les caracteriza, los chiíes portan pancartas en las que puede leerse: "Esperamos instrucciones de la hawza" o "Estamos dispuestos al sacrificio por la hawza". Nadie actuará mientras se cumple el ritual de la fatiha, el rezo que pide el perdón para el muerto y que se prolonga durante tres días. Pero antes de recibir sepultura, los restos mortales de Al Hakim van a realizar un último viaje.

"El ayatolá había expresado su deseo de rendir visita a la tumba de Musa al Kadhem y su cuerpo va a llevarse allí mañana (por hoy)", explica un portavoz ante la sede de la Asamblea Suprema para la Revolución Islámica en Irak, el partido que Al Hakim fundó en el exilio. Musa al Kadhem fue el séptimo imam, y su santuario se halla en el barrio de Kadhumiya, al norte de Bagdad. Desde allí, los restos del clérigo asesinado seguirán un ritual centenario: visita a la tumba de Husein en Kerbala y entierro en la ciudad santa de Nayaf.

Hoy se espera que decenas de miles de chiíes acompañen el féretro de Al Hakim en Bagdad. Decenas de miles más están ya de camino desde todos los puntos de Irak. El temor a que el fervor popular desborde la capacidad de la policía llevó ayer al Consejo de Gobierno a pedir a las fuerzas ocupantes que cerraran las fronteras con Irán.

Al Hadidiye no está lejos de Nayaf y sus vecinos abrieron ayer las manifestaciones de dolor. Medio centenar de hombres coreaban: "Sí, sí, a Hakim; sí, sí, al islam; no a los baazistas y a Sadam". Ya en la calle de Al Sader, que conduce al santuario del imam Alí, se les unieron muchos otros y empezaron a golpearse el pecho y la cabeza. Desde los soportales, las mujeres también se golpeaban con discreción. Protegidas por sus abayas negras, su presencia es una constante. Muchas lloran por el ayatolá. Algunos hombres, también.

"Va a ser un desastre; han destrozado la religión islámica", confiesa Sadek Husein, mientras seca sus lágrimas. Husein es un contratista que ha venido desde la vecina provincia de Babilionia. La procesión ya no puede avanzar más. Clérigos, fieles y curiosos se agolpan en el lugar del atentado, y la calle está bloqueada por una barrera humana jadeante. Ante ellos, un foso de tres metros por tres y la destrucción de varios edificios da idea de la potencia de la explosión.

700 kilos de explosivos

"Emplearon 700 kilos de explosivos entre dinamita, obuses de mortero y granadas", explicó más tarde el gobernador provincial, Haider Mehdi Mattar. El gobernador anunció la detención de cuatro personas: "Dos iraquíes partidarios de Sadam y dos árabes wahabíes" que con posterioridad fueron identificados como saudíes. Posteriormente, fuentes de la investigación citadas por la agencia AP, señalaron que a lo largo del día fueron detenidas otras 15 personas, entre ellas 2 kuwaitíes y 6 palestinos. Las fuentes indicaron que todos ellos eran wahabíes.

Según la información facilitada por Mattar, fueron dos vehículos los que hicieron explosión, extremo que confirmó a este diario Alí Abdalá, el juez que instruye el caso.Fuentes de la seguridad precisaron que las cargas se activaron por control remoto.

Ammar al Hakim, un sobrino del asesinado, se dirige a la multitud. A cada momento, los congregados corean el nombre del fallecido, se ofrecen al martirio o invocan a Dios. "Los responsables de este crimen no van a tener alegría", advierte un clérigo, "aunque ha sido una gran perdida, tenemos muchos buenos líderes".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 31 de agosto de 2003