Cuando José María Aznar prometió que no optaría a una tercera reelección a la Presidencia del Gobierno, Eduardo Zaplana, entonces presidente de la Generalitat Valenciana, convocó a los periodistas para, a imagen y semejanza de su jefe político, proclamar: "No seré el candidato a la Generalitat en 2003". Ayer, cuando el presidente de Gobierno dijo: "desde hoy el líder del partido se llama Rajoy", Aznar estaba desmintiendo las declaraciones de toda una pléyade de cargos del PP, para quienes la sucesión de Zaplana por Francisco Camps era el modelo a seguir. En ningún momento Zaplana ha dicho que en la Comunidad haya un líder que no sea él. Un cargo del PP que pide anonimato hacía ayer este análisis: "Zaplana no puede perder el poder regional hasta que conozca su papel en Madrid tras las elecciones de marzo de 2004". Para que realmente la sucesión de Zaplana hubiera sido modelo para Aznar, Zaplana tendría que haber cedido el liderazgo a Camps antes de irse, como ha hecho Aznar con Rajoy. Pero no lo hizo entonces, ni en el momento de marcharse ni aun hoy. "Ni no lo va a hacer por ahora", sentencia el cargo popular. Después de los comicios, Zaplana declaró: "Dejaré la presidencia [del PP valenciano] cuando toque".
El pacto de no agresión que Zaplana y Camps escenificaron en Altea el viernes pasado ante más de 3.000 militantes no incluye entre sus cláusulas que la parte sustituta acceda a más poder que el que pueda arañar por sus medios a la parte sustituida. Exagerando gestos y palabras, Camps y Zaplana se mostraron unidos. Algunos dirigentes del PP valenciano esperaban que Zaplana, durante la cena de Altea, diera alguna pista sobre la cesión de poder a Camps. Pero no la dio y el acto se convirtió en una exaltación a Zaplana como líder del PP valenciano.
Tras conocer la designación de Rajoy, círculos cercanos a Zaplana confiaban en que éste ocupara la vicesecretaria general del partido, pero ésta recayó en Javier Arenas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 3 de septiembre de 2003