Planteada como una emocionante búsqueda -de tempo narrativo, de construcción de personajes- que se juega sobre todo durante la fase de rodaje; propuesta como una peripecia llena de humanidad a partir de seres que no parecen de ficción, sino de carne y hueso -hasta Eduardo Noriega, con su barba, su mirada sabia y su postura antiestelar parece aquí otro: con un muy interesante cambio de rumbo-, Las manos vacías es una contenida, espléndida narración en las fronteras, la enésima confirmación, por si hiciera falta tras L´arbre de les cireres y Pau y su hermano, de que Marc Recha es ya un creador con mayúsculas.
Y lo es por muchas cosas: porque jamás se conforma con lo fácil, porque cada una de sus ficciones es una interrogación abierta y sin respuestas totalizantes; un discurso por el que se escapa la vida. Porque construye desde una seriedad, un respeto, un compromiso total hacia sus criaturas. Es un creador radical: siempre intenta llegar al fondo de las cosas y mantiene viva una insobornable concepción de qué es, y por tanto qué no es, el cine como forma de vida.
LAS MANOS VACÍAS
Dirección: Marc Recha. Intérpretes: Olivier Gourmet, Jéremie Lippmann, Eduardo Noriega, Eulàlia Ramón, Jeanne Fabre. Género: drama. España-Francia, 2003. Duración: 126 minutos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de septiembre de 2003