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Reportaje:LOS PROBLEMAS DE LOS INMIGRANTES

"Se hundieron como piedras"

La investigación de Interior de dos naufragios con 21 inmigrantes muertos en Fuerteventura exonera de responsabilidad a la Guardia Civil

La investigación abierta por el Ministerio del Interior sobre los dos naufragios de sendas pateras ocurridos en junio pasado -21 inmigrantes desaparecieron al volcar sus embarcaciones en la maniobra de acercamiento de la patrullera española- ha concluido dando la razón a la primera versión oficial. El delegado del Gobierno en Canarias, Antonio López, informó de que el documento final da por buena la versión ofrecida por los mandos de la Guardia Civil en Fuerteventura, según la cual, las pateras volcaron segundos antes de comenzar el abarloamiento, una maniobra por la que la patrullera acerca su casco al de la patera. La versión oficial concluye que los náufragos navegaban a la deriva, se levantaron al ver la patrullera y cayeron al mar. Murieron 21 personas.

"Si se ponen de pie bruscamente caen al mar. Ni gritan, ni chapotean. No se oye nada"

"Las barcas cada vez son de peor calidad y con más gente. El riesgo de hundirse es total"

EL PAÍS ha conseguido reproducir lo que ocurrió las noches del 2 y 10 de junio pasado, gracias al relato de Luis Gutiérrez Salvador, jefe de la compañía territorial de la Guardia Civil de Fuerteventura. Su testimonio permite reconstruir estos dos naufragios, ambos por la misma causa que otro ocurrido en mayo de 2001. Entonces, sólo se salvaron siete de 22. El 2 de junio se salvaron 11 de 23 y, ocho días después, 16 de 25. En total, 36 fallecidos. La investigación interna y judicial abierta en 2001 también dio la razón a la versión oficial.

"Si en cuatro años se han interceptado más de mil pateras y sólo se han producido tres naufragios, queda de manifiesto que nuestras patrulleras son la mejor opción para salvar la vida de los inmigrantes en la mar". Gutiérrez concentra en su discurso las versiones que le ofreció en aquel momento media docena de tripulantes en las dos patrulleras implicadas en los sucesos, la Tenecheyde y la Almirante Díaz Pimienta. Éstas dos, junto a la más antigua, la Báltico, tienen base en Gran Tarajal, a pocas millas del faro de La Entallada, que indica a los patrones de las barquillas dónde tienen que descargar a hombres, mujeres, niños, bebés y embarazadas.

Por el relato de algunos supervivientes en los últimos años, se sabe que permanecen ocultos durante meses en las playas del Sáhara, alimentándose de latas de sardinas, mendrugos de pan y Coca Cola, más barata que el agua. Embarcan a toda prisa. A algunos les dicen que los llevan a Madrid, a la mayoría que van a Europa. Pero algunos, a pocos metros de la costa soñada, caen al mar y mueren. Una inscripción sobre cemento tapa los 13 nichos con los cuerpos que se han podido rescatar. Sin lápida, ni nombres. Sólo un número y una fecha, por si alguien los reclama.

"Trabajamos en la más absoluta oscuridad, con visibilidad nula". Gutiérrez no elude ninguna pregunta. Sus respuestas permiten reconstruir aquellos dos episodios: "Los radares optrónicos y de superficie, modificados para detectar pequeñas embarcaciones e instalados en el faro de La Entallada, nos señalan dos ecos en la pantalla. Se deslizan con motores de 15 caballos, muy lentamente, a cuatro nudos y medio o cinco, asomando del mar apenas 15 centímetros. Los datos de nuestros operadores son muy fiables tras años de experiencia. Dan aviso a las patrulleras, que verifican la información con cámaras infrarrojas y térmicas. Se trata de buscar un cascarón de nuez en la inmensidad del océano, pero ahí aparecen: sobre fondo blanco, dos manchas negras que indican los 20 grados del cuerpo del patrón y los 50 a 80 grados que desprende el motor en marcha".

"En cuanto los patrones marroquíes escuchan nuestros motores, paran los suyos, dejan la barquilla a la deriva y se mezclan entre los inmigrantes; saben que si no los vemos al timón, no podremos identificarlos ni testificar en su contra ante el juez. Si vienen varias pateras, una hace de cebo para que nos detengamos y el resto se dispersa en una maniobra de evasión que les permite llegar hasta la costa. No saben que ya hemos avisado a las patrullas terrestres y que les están esperando. Cuando la patera está a la deriva, el riesgo de morir se multiplica por diez. Las barcas cada vez son de madera de peor calidad, recién pintadas, más pequeñas y con más gente en su interior. El riesgo de hundirse es total".

El protocolo de rescate sigue un patrón fijo: "En ese momento, nuestro interés no es detener a un patrón, sino rescatar a decenas de seres humanos al borde de la muerte. Valoramos cada situación, estudiamos el oleaje, cómo podemos abarloarnos mejor. Reducimos la marcha a algo menos de un nudo de velocidad. Cuando estamos navegando en paralelo, lanzamos cabos para sujetarla por proa y popa a nuestro casco. A veces, los marroquíes son los primeros que saltan a nuestra lancha y nuestros agentes tienen que pasar a la patera para ayudar a los más débiles y nerviosos. Todo se hace en menos de cinco minutos, muy rápido. Cada segundo de más en esta posición juega en nuestra contra".

Hasta la tragedia responde a una lógica, según el relato. "Lo que ha ocurrido en estos dos últimos casos es que, en el momento de acercarnos, cuando encendemos los focos sin establecer aún contacto, a unos 15 o 20 metros de distancia, los inmigrantes se han puesto de pie con la patera parada, a la deriva. Son muy altos y, si no se están quietos, levantan el centro de gravedad sobre una superficie muy inestable. Les hicimos indicaciones con las manos para que no se levantaran. Gritamos en español y en inglés que se mantuvieran sentados. Pero aquello era un auténtico cascarón. Y se volcó. Vienen con mucha ropa encima, pero casi todos terminan bajo los efectos de una fuerte hipotermia. Tienen los músculos entumecidos por estar 14 o 15 horas en posición fetal. 20 o 30 personas hacinadas en menos de cuatro metros de largo por 1,8 de ancho. Si, además, se ponen de pie bruscamente, caen al mar. Ni gritan, ni chapotean. No se oye nada. Se hunden como una piedra".

En ese momento, cada segundo equivale a una vida. "Tiramos al mar todo lo que tenemos: flotadores, cabos, salvavidas. Soltamos la zodiac auxiliar, pero con ella sólo podemos recoger a dos o tres, porque no caben más. La maniobra es la más adecuada. Hemos tenido muy mala fortuna en estos tres casos, pero le aseguro que, si no llegamos a interceptarlos, no hubieran alcanzado la costa. No les podemos dejar a la deriva. Se hundirían. Si llegan a la costa, no es tan fácil detenerlos. Una leve variación que hagan del rumbo, nos supone recorrer kilómetros de pistas de tierra para llegar a un punto donde no podremos rescatarlos. Los que proponen hacer los rescates en zodiacs desconocen que no cabrían tantos inmigrantes a bordo y que la operación aún sería más peligrosa. El sistema que tenemos es el mejor, no necesitamos ni más potencia ni embarcaciones de mayor tamaño. Si los resultados son buenos, ¿por qué tenemos que cambiar?".

"Esta isla es una ratonera"

"Esto no es Río Bravo o Gibraltar, que si te saltas los controles policiales puedes llegar tan lejos como quieras. Esto es una ratonera, una isla, y de aquí no se puede salir. Si escapas a los controles, en dos días ya necesitas asistencia de las organizaciones sociales". El director de Cruz Roja en Fuerteventura, Gerardo Mesa, apuesta por la instauración de un eficaz sistema de salvamento de personas en el mar para evitar más muertes.

"Sería mejor contar con equipos y material para rescate de pateras repletas de indefensos, en vez de potentes planeadoras diseñadas para la lucha contra el narcotráfico", comenta.

"Las mafias son las responsables"

El delegado del Gobierno para la Extranjería e Inmigración, Ignacio González, declaró esta semana en Tenerife que son las mafias "los verdaderos responsables de esta tragedia". "Se apoderan de la dignidad de las personas, les sacan hasta el dinero que no tienen, los embarcan en condiciones precarias". "La Guardia Civil salva vidas humanas de pateras semihundidas, donde todos se pisan por salvarse, de noche, con olas de varios metros, viento; no tiene sentido pensar que los Cuerpos de Seguridad tienen alguna responsabilidad en estas muertes; no es justo, cuando todos los días se la juegan por salvar la vida de estas personas".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de septiembre de 2003

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