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Reportaje:LA POSGUERRA DE IRAK | La resistencia contra EE UU

La historia de un 'fedayin'

Abbas Dayikh pertenecía a las fuerzas de Sadam; tras la guerra, se convirtió en miembro de la resistencia contra EE UU

Osama Ahmed Abdel-Rahim fue el primero en llegar al hospital Noman, y el único de los tres jóvenes que logró sobrevivir. La explosión de una bomba le voló las piernas, la izquierda sobre la espinilla, la derecha sobre la rótula. Todo su cuerpo menos la espalda resultó quemado. Sus brazos estaban repletos de escamas.

"Son jóvenes, no tienen trabajo, así que viven peligrosamente. Todo lo prohibido es lucrativo"

Tras la caída de Sadam, no ocultó que ganaba dinero y que seguía con los 'fedayin'

Cuando un doctor le vio, Abdel-Rahim deliraba. Chillaba pidiendo agua mientras los médicos le vendaban las piernas y le ponían una inyección intravenosa. Y ya con dos horas más de vida a su corta edad de 20 años gritó el nombre del hombre al que él, su familia y sus vecinos culpan de la explosión accidental de una bomba que presumiblemente estaba preparada para atentar contra los soldados estadounidenses.

"¿Por qué Abbas, por qué lo hiciste?", gemía repetidamente el joven Abdel-Rahim, según relató el doctor, Wael Fadhil. "¿Por qué Abbas, por qué lo hiciste?".

La explosión del 24 de agosto en el barrio obrero de Waziriya, en Bagdad, alcanzó hasta el tercer piso de un piso piloto. Las tropas norteamericanas sospecharon que se trató de un intento fallido de construir improvisadas minas, que se han convertido en un arma fácil contra las fuerzas de ocupación. La explosión destrozó las ventanas de dos tiendas de las proximidades, y dejó un cráter en las paredes de un edificio, desgastadas por la lluvia, la mugre y la edad. El descuidado jardín del patio trasero se transformó en un momento en una chatarrería.

Los vecinos insisten en que Abdel-Rahim y las otras dos víctimas, ambas de 15 años, eran inocentes. Pero cuentan una historia distinta sobre una cuarta víctima, Abbas Sabri Dayikh, de 20 años.

La vida de Dayikh y, quizá, para hablar con propiedad, su muerte, muestran -aunque sea de refilón- una mirada dentro del oscuro submundo de la campaña contra las tropas americanas que ocupan Irak. Da una visión de las conexiones entre el crimen y la resistencia, entre el miedo que aún persiste en las zonas de Bagdad en las que la presencia estadounidense o policial son escasas, y el odio que corroe a los que están fuera de la ley.

Un conocido criminal, sospechoso de participar en la guerrilla (Dayikh) vivía en el submundo de la capital iraquí, del que los residentes en Bagdad se quejan de que tanto los oficiales del Ejército de EE UU como sus policías iraquíes no están instruidos ni equipados para encarar la resistencia que allí persiste desde hace meses.

Con una docena de ataques diarios de media contra objetivos estadounidenses, los oficiales estadounidenses han sugerido que algunos de éstos bien pudieran ser operaciones desorganizadas, mientras que los leales al depuesto Sadam Husein funcionarían en equipo, con cierta organización, y se dedicarían a actuar fuera de la ley estremeciendo a los habitantes de Bagdad mediante secuestros, extorsiones, robos de coches a punta de pistola y otros delitos.

En una economía que se está debilitando, agregan, el dinero es el bien más preciado y el común denominador de los actos criminales. "Con toda probabilidad, muchos de ellos mantienen lazos con los antiguos baazistas", afirmó el coronel Guy Shields, un portavoz militar, aludiendo al Partido Baaz que gobernó Irak bajo la firme batuta del tirano Sadam Husein.

Un capitán de policía en Bagdad, Sabah Nijm, que investigó la explosión, agregó: "Hay gente que les está dando dinero para preparar bombas contra los americanos, quizá la policía o incluso otros iraquíes. Son jóvenes, no tienen trabajo, así que se manejan con el peligro. Todo lo que está prohibido es lucrativo".

Según relatan los residentes, Dayikh era lo peor de la barriada, un renombrado camorrista. Hace dos meses apuñaló a un vecino en un hombro. Incluso su familia era consciente de que bebía en exceso. Y se hacía notar por lucir su rifle de asalto AK-47 entre el vecindario, unos deteriorados apartamentos de tres pisos construidos en 1973 para obreros de una fábrica próxima de propiedad estatal.

"Era sucio, una persona inmunda", afirmó Mohammed Salim, pariente de una de las víctimas. "Podías oler su hedor a larga distancia".

Según la versión de los que le rodeaban, Dayikh, seducido por el dinero, entró a formar parte en 1998 de los fedayin de Sadam, una milicia del Partido Baaz que cometía crímenes suicidas con auténtico fervor. Fue localizado en el vecindario vestido con el uniforme negro inequívoco de la milicia, que lleva adherido en tela la lista de sus prioridades: Dios, país y líder. Los vecinos dicen que fue trasladado a la Guardia Republicana, el cuerpo de élite del Ejército iraquí, en 2001, y enviado a las ciudades de Faluya y Ramadi, en el oeste del país. Desertó, aunque sus vecinos se quedan con las palabras de su madre, que dice que volvió a la disciplina de los fedayin en Adhamiya, un barrio suní de Bagdad, en los días victoriosos de la coalición liderada por EE UU. Los combates allí fueron de los más fieros de la ciudad."Estaba seguro de que iba a morir", dijo Hussein Salim, otro pariente.

Cuando Dayikh volvió a Waziriya tras la caída de Bagdad en abril, fanfarroneaba sobre sus hazañas, tales como hacer volar tanques y vehículos armados, batirse hasta quedarse sin munición... Los vecinos afirmaron que todo lo tomaron por bravatas, aunque percibieron un notable cambio en su vida en las siguientes semanas: tenía dinero. Mientras Bagdad sucumbía al caos de la posguerra, él se compraba ropa nueva y comía bien. Los vecinos localizaron una plataforma para ver televisión por satélite en su apartamento. Y sospechaban que traficaba con armas.

"Su familia no tiene dinero para comer", dijo Hussein Salim. "Él no tenía trabajo. ¿De dónde obtenía el dinero?".

Mientras que la guerrilla se organizaba contra las fuerzas estadounidenses en Bagdad, Dayikh no se preocupó por pasar inadvertido y hacer desaparecer los rumores que circulaban sobre él.

Con su cuerpo delgado desproporcionado para el nivel de fanfarronería que se gastaba, se vanagloriaba de mantener lazos con los fedayin, aún operativos en partes de Bagdad, según la creencia popular.

Dayikh hablaba del fácil acceso a las armas. En un vecindario donde todo el mundo está emparentado o es de todos conocido, algunos forasteros venían con frecuencia a visitarle, a veces en moto. Hace dos meses los vecinos le vieron escribir, con pintura roja sobre una pared, "Larga vida para Sadam Husein". El eslogan está ahora tapado en negro. Dayikh murió al explotarle una bomba. La explosión fatal le dejó la cara desfigurada entre un amasijo de piernas y brazos. Los vecinos sólo pudieron reconocerle por su camiseta naranja y sus pantalones cortos. La ambulancia le condujo directamente al depósito de cadáveres del hospital.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de septiembre de 2003