El pasado 18 de agosto, mi hija Verónica, de siete años, jugaba en el parque de Diagonal Mar junto con otras amigas en un juego que parecía normal, sin riesgos, una especie de góndola balancín, fabricada con cuerdas trenzadas con alambres acerados. Las niñas se cayeron y mi hijita sufrió un enorme corte en la mejilla derecha, pues lo que parecía un juego inocente era en realidad una trampa cortante. Fue trasladada al hospital del Mar, donde le realizaron la sutura. La niña quedará con una cicatriz de unos seis centímetros, con el trauma psicológico que ello va a comportar.
Al día siguiente, el secretario técnico de Parques y Jardines de Barcelona, Jordi Campillo, inspeccionó el juego, y vista su peligrosidad ordenó su desmantelamiento inmediato. Pero me he dedicado a recorrer otros parques y he podido comprobar que existen muchísimos juegos fabricados con el mismo material y el mismo acabado defectuoso del que ha dañado a mi hija. ¿Por qué no se desmantelan? ¿Se debe esperar a que otro niño sufra heridas para actuar?
Desde aquí ruego a quien pueda tomar decisiones que piense en la seguridad de nuestros hijos y dé la orden de desmantelamiento de esos juegos peligrosos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 6 de septiembre de 2003