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MOTOCICLISMO | Gran Premio de Portugal

Un 'abuelo' de 23 años

La eclosión de niños como Toni Elías, en su momento, o Pedrosa y Barberá en la actualidad quitaban brillo a la dignísima trayectoria de Pablo Nieto. Convertido en el patito feo, en el abuelo de 23 años al que unos imberbes alejaban de la luz de los focos, Pablo Nieto necesitaba una victoria como el comer. Setenta y seis grandes premios ha tardado en llegar, desde que debutara en el Mundial en el Gran Premio de Catalunya del año 98.

Pese a ser hijo de quien es, Pablo llegó tarde al mundo de las motos. Y eso que desde pequeño estaba obsesionado. Sus problemas con los estudios llevaron a su padre, Ángel, a prohibirle montar las máquinas que guardaba en el garaje de casa.

Pero lo hacía a escondidas. Buscó Ángel una solución y le mandó a un internado en Suiza. "Pablete, si apruebas, correrás en moto", le dijo. Aprobó. Comenzó con una minibike y con 17 años le llegó la oportunidad: el Campeonato de Europa, que disputó junto a su primo Fonsi. No se lo pasaba mal ni dentro ni fuera de las pistas. En Rijeka (Croacia), tras la disputa de una carrera, vendió el casco y el mono para irse de juerga con Fonsi.

Logró debutar en el Mundial con 18 años. Y enseguida llegaron las comparaciones con su padre. En el 98 sólo corrió en Barcelona y un año después ya pudo hacer el Mundial completo. Pilotaba una Derbi y su mejor actuación fue un noveno puesto en el Gran Premio de Argentina. La sombra de su padre se hizo demasiado alargada para él y para Gelete, su hermano, que había debutado dos años antes.

"La sombra de mi padre me persigue", declaraba Pablo, que acabó harto de que siempre le recordaron lo que aquél consiguió, "como si ganar 12+1 títulos esté al alcance de todo el mundo", se lamentaba. En 2000 sólo se dejó ver entre los mejores en el circuito de Cheste (Valencia), donde logró un meritorio cuarto puesto. "Todos pedían más", recuerda. Aún peor le fue en 2001, cuando su actuación más destacada fue la del Gran Premio de Catalunya, donde acabó sexto. Su hermano Gelete, harto, abandonó y se dedicó a los coches. A Pablo le llegó una oferta para hacer lo propio. Sin embargo, Aspar ya había apostado por él y le había llevado a Aprilia. La pasada campaña firmó tres terceros puestos, a los que sumó otro en la actual y un segundo.

Ayer todo cambió. Ayer, Pablo lloró hasta hartarse. Como lloraron su padre y su novia, Patricia, hermana de otro piloto, José Luis Cardoso. Y de milagro no lo hizo Marvin -la mascota que lleva en el casco-, aquel personaje de dibujos animados que hacía la vida imposible al pato Lucas y que ayer se subió con Pablo al cajón más alto del podio.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de septiembre de 2003