Andy Roddick lo consiguió. Estuvo brillante a lo largo de toda la final y eso no supuso mucho tiempo: sólo 1 hora y 42 minutos. Fue el tramo que necesitó para acabar con las ilusiones de un Juan Carlos Ferrero, que se va de Nueva York con el liderato del tenis mundial pero con la decepción de haber visto volar todas sus opciones de convertirse en campeón del Open de Estados Unidos. "Estoy muy triste hoy", dijo el valenciano, de 23 años, "pero mañana seré el número uno del mundo".
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El título se quedó en casa, igual que el año pasado. Pero con una diferencia sustancial. Mientras que 2002 supuso la despedida de Pete Sampras -no anunciada oficialmente hasta la semana pasada-, este 2003 marcará el inicio de una nueva etapa del tenis americano. La victoria de Roddick por 6-3, 7-6 (7-2), 6-3 ante Ferrero supone la confirmación de todas las expectativas que este estadounidense de 21 años había despertado desde su etapa junior.
"No me lo puedo creer. Aún no", comentaba para sí mismo entre sollozos Roddick, tras saludar a Ferrero en el centro de la pista y dejar su raqueta en la silla. Su reacción inicial fue de inexpresividad. Sin embargo, después rompió los moldes. Se quedó un buen rato con la cabeza cogida entre sus manos, sin poder contener las lágrimas, pensando, sin duda, en todo lo que acababa de lograr. Y después, saltó las vallas y se dirigió hacia el palco donde se encontraba su entrenador, Brad Gilbert, y sus padres.
El abrazo que le dedicó a Gilbert, ex entrenador de Andre Agassi, resumió lo mucho que le debe.Le fichó para sustituir a Tarick Benhabiles, el entrenador que le introdujo en el circuito, en las proximidades de Roland Garros el pasado mes de junio. Dese entonces su progresión ha sido espectacular. Lleva ganados 37 partidos por sólo dos derrotas. Roddick anunció ya que estaba preparado para ganar en Nueva York, con sus resultados de la temporada: semifinales en Open de Australia y Wimbledon y campeón en Montreal y Cincinnati, sus dos primeros Masters Series. Por eso a nadie le sorprendió verle en la final. Quedaba, eso sí, la duda de si sería capaz de mantener la calma frente a un jugador experimentado y potente como el español Ferrero.
Y lo hizo. El partido fue mal concebido ya de entrada por el español. No se trataba de que sus golpes fueran más o menos acertados, sino simplemente de poder restar a un rival que suele sacar a más de 200 kilómetros por hora. Ahí estuvo la clave real. Roddick se lanzó desde el principio a una escalada de saques ganadores que le permitió tomar muchos riesgos cuando restaba. Y en el cuarto juego de la manga inicial llegó el momento que había estado buscando: el primer break. Ferrero lo encajó mal, porque se produjo un juego después de que él perdiera su única bola para romper a Roddick.
Debía recuperar el break, pero no lo consiguió. Roddick sólo perdió cinco puntos con su saque en toda la primera manga. Y no concedió ninguna otra bola de break hasta la tercera. Cuando Ferrero dejó escapar el 15-40 que podía situarle con 4-3 y saque, estuvo claro que el partido había acabado. Al español le faltó ayer la actitud férrea y la mentalidad hermética que le llevó al triunfo frente a Agassi. Se exasperó con sus errores y no encontró en su saque la ayuda necesaria. Mientras Roddick conectó 23 aces y 46 golpes ganadores, el valenciano se quedó con 7 y 29. El premio de un millón de euros fue esta vez para Roddick. Ferrero se quedó con el número uno.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de septiembre de 2003