George W. Bush intentaba ganar esta madrugada una batalla política ante la opinión pública de EE UU. Su discurso pronunciado a las 2.30, hora peninsular española, tuvo dos objetivos: convencer a los estadounidenses de que la guerra contra Irak no fue un error y persuadir al mundo de que la factura de la reconstrucción debe ser compartida, aunque con la advertencia de que EE UU gastará "lo que haga falta" para garantizar la victoria.
"Haremos lo que sea necesario, gastaremos lo que sea necesario para lograr esta victoria imprescindible en la guerra contra el terrorismo, para promover la libertad y para hacer de la nuestra una nación más segura", advirtió el mandatario estadounidense. Bush anunció que pedirá fondos al Congreso de EE UU por valor de 87.000 millones de dólares para sufragar los gastos crecientes de las operaciones en Irak.
Desde que Bush dio la guerra por terminada han muerto más soldados que durante las operaciones de invasión. La cifra total se acerca ya a los 300, un número tan voluminoso como para convertirse en un goteo de crítica con cada nueva víctima. Los demócratas acusan a Bush de ocultar a la opinión pública y al Capitolio los costes reales de la operación y el calendario de la ocupación.
Apoyo de otros países
"Nuestra estrategia en Irak tiene tres objetivos: destruir a los terroristas, recibir el apoyo de otros países para un Irak libre y ayudar a los iraquíes a asumir la responsabilidad de su propia defensa y su propio futuro", afirmó Bush en referencia a los objetivos marcados para después de la guerra.
El discurso de esta madrugada era claramente político. La Casa Blanca quería convencer a la opinión pública de que el presidente no ha dedicado todo su mes largo de vacaciones a recaudar fondos para su campaña: "En agosto, el presidente dedicó una cantidad considerable de tiempo a hablar con su equipo de seguridad nacional y con los líderes militares sobre los esfuerzos en la lucha contra el terrorismo", dijo el portavoz del Gobierno, Scott McClellan.
Una encuesta reciente demuestra que el equipo político de la Casa Blanca ha sido suficientemente hábil como para que 7 de cada 10 estadounidenses, según un sondeo de The Washington Post, crean que Sadam Husein estaba implicado en los atentados del 11-S.
El discurso estaba también estratégicamente programado para que los argumentos de Bush en defensa de la guerra contra Irak coincidan con el segundo aniversario del 11-S, lo que permite forzar una conexión subliminal entre ambos acontecimientos. El presidente quería aprovechar la intervención para mostrar una cordialidad inédita con la comunidad internacional, la misma a la que dio la espalda con su decisión sobre la guerra y cuya ayuda ahora reclama.
[Por su parte, la cadena árabe de televisión Al Arabiya dio a conocer ayer una cinta supuestamente grabada por Al Qaeda, en la que el grupo terrorista anuncia nuevos ataques contra EE UU y se desmarca del atentado de Nayaf del 29 de agosto, informa Reuters. "Negamos cualquier papel en el atentado que mató a Al Hakim, violando la santidad de una de las casas de Dios", se dice en la grabación].
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de septiembre de 2003