Acabo de leer muy decepcionado la noticia de la entrega del Premio Príncipe de Asturias a la Concordia 2003 para la escritora británica J. K. Rowling.
No le quito ningún mérito a la ganadora, y valoro muy positivamente su trabajo, pero considero injusta la decisión final del jurado teniendo en cuenta al menos otra de las candidaturas presentadas: los voluntarios del Prestige.
Ya no hay vuelta atrás, y terminamos el año sin galardonar a esa multitud de gente anónima, altruista, que surgió de forma espontánea e inmediata para sacrificarse enormemente y así poder ayudarnos a cambio de nada al resto de nosotros. No tiene valor lo que hicieron, porque es infinito.
Creía que no había mejor premio que nuestro Príncipe de Asturias para acreditarles, reconocerles y agradecerles su calidad como personas y lo que han logrado.
Supongo que era ahora cuando había que darles este premio, porque de otra manera el tiempo nos hace olvidar injustamente rápido.
Yo pocas veces he visto una movilización tan solidaria y abrumadora como ésta, un gesto de concordia que me conmovió sobremanera como supongo que al resto de ciudadanos, no sólo españoles.
Pero no se han llevado las gracias. Y lo peor de todo es que no habrá mejores oportunidades.
Esto no es sólo otro ejemplo de que nadie es profeta en su tierra, es que los españoles seguimos queriéndonos muy poco...
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de septiembre de 2003