Completamente nuestro

Desde la pubertad, Neruda quiso ser poeta y fue poeta precoz. Poseía un talento fecundo, proteico, sin par, y consagró su prolífica vida a la escritura poética. Neruda hizo de la poesía un destino y un modo de existencia. La ejerció en todos los temas, tonos, registros, de la balada a la elegía, de la oda a la gesta, desde lo personal más íntimo hasta lo colectivo, coral y popular.

Neruda fue, y ésta es su faz más moderna, un poeta experimental que desescribe y reescribe lo ya escrito, que busca, desbordando el marco retórico tradicional, la forma más apta a su designio expresivo, esa que a menudo resulta la más osada. Neruda es un buscador y un inventor de formas. En poesía lírica (léase Residencia en la tierra) inventa una enunciación caudalosa, en oleadas empedernidamente metafóricas, transida, errática, cargada de símbolos oscuros. Neruda es el poeta del amor y de la naturaleza, con frecuencia consustanciados. En poesía épica (léase Canto general), empleando a veces el mismo inspirado efluvio de imágenes, inventa una elocución militante, que exalta, moviliza, denuncia y adoctrina. Inventa en lengua castellana los recursos de la poesía política. Neruda es el poeta de América, de su grandiosa geografía y de su historia convulsa y aguerrida. Por la inmensa, multiforme y polifónica extensión de su obra, Neruda es toda la poesía.

¿Pero cómo abarcar, cómo ubicar, cómo evaluar este océano de versos nerudeanos si no se dispone de toda la obra reunida? ¿Cómo seguir al poeta genial en su progresiva, ramificada y regresiva evolución, en sus remolinos y remansos, en su incesante, obstinada producción, en la poesía de efeméride y en la de a diario, cómo seguirlo en sus altibajos, a través de sus sucesivas estéticas, cómo seguirlo por doquier si no recurrimos a las obras completas?

Nuestra edición del Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg, en cinco voluminosos tomos, con prólogos y notas esclarecedores, confeccionada bajo la experta dirección de Hernán Loyola con mi complementario asesoramiento, ofrece por primera vez en su integralidad la obra de Pablo Neruda, desde los versos precoces del Cuaderno de Temuco, conservado por su hermana, hasta los poemas póstumos, hasta todos los libros que quedaron inéditos a la muerte del poeta. Cuenta también con todos los papeles sueltos, no recogidos antes en volumen, crónicas, discursos, artículos, cartas, toda la reveladora miscelánea que se compila en Nerudiana dispersa. En varios miles de páginas supera esta edición del Círculo a todas las precedentes.

La obra completa es para un es-

critor como una exposición retrospectiva para un artista plástico. La vida entera se despliega a través de todos sus signos aquí omnipresentes, todos los significantes y todas las significaciones, todos los enlaces y desenlaces, las pujas, los logros, los fracasos, los abandonos, los gestos aislados y las obstinadas recurrencias. La obra como la vida inscriben aquí su circunvolución, se conforman como totalidad en acto, plasmada, que deja ver al fin el sino y la figura.

¿Cuál es esa figura? La de un poeta integral e íntegro, que transfiere toda instancia del vivir, toda circunstancia a la poesía. Su figura es la de una subjetividad intensamente lírica que busca por inmersión en las napas más profundas de su psique el centro candente y radiante de sus atribuladas visiones, que anhela alucinadamente consustanciarse con el numen generador de la naturaleza madre, la de los gigantescos bosques del sur natal, azotados por las lluvias y los vendavales oceánicos, que identifica el amor con la unión de la tierra y del agua, con sus apetitosos frutos. La figura es la de un actor y portavoz de la historia de su pueblo, que quiere participar con su comprometida palabra y con todos en el combate cotidiano, mundial por una liberación socialmente justiciera.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 13 de septiembre de 2003