Franz Kafka temía, tras la lectura del primer poemario de su amigo, que el entusiasmo "le llevaría sin tregua hasta el disparate". Tal fue la euforia que despertó la pluma de Franz Werfel (1890-1945), de quien hoy se recuerda, en el mejor de los casos, la bellísima Una letra azul pálida y, en el peor, el empalagoso best seller sobre el milagro de Lourdes, La canción de Bernadette. De soñador lírico y noctámbulo tertuliano de los cafés literarios de Praga y Viena, Werfel se transformó, a partir de la unión con la ambiciosa Alma Mahler, en dramaturgo y prosista de éxito, que producía sin parar. Gran parte de la obra, sin embargo, ha quedado desfasada. Ni por asomo están a la altura de su poesía, a pesar de su olfato por el tema fascinante, la mayoría de sus novelas verbosas, ni las obras de teatro, aquejadas de un subido patetismo y, según Canetti, del exceso de ocurrencias.
LA MUERTE DEL PEQUEÑO BURGUÉS
Franz Werfel
Traducción de Olivier Giménez López
Igitur. Montblanc, 2003
132 páginas. 12 euros
Lo que sí concordaba con el temperamento artístico del escritor praguense era la forma breve. Y, efectivamente, en su vasta obra destacan cinco novelas cortas, de las que Igitur ahora presenta dos (en versión poco cuidada): junto a la justamente famosa nouvelle, que presta el título a la presente edición, el delicioso relato satírico, Una casa de luto. Y no deben tanto su atractivo a la "ocurrencia", ciertamente insuperable en ambos, sino a la penetración psicológica, la atención al detalle y, en definitiva, el melancólico afecto con que están narrados.
La depresión económica de los años veinte dejó a los pequeños burgueses, como el antiguo portero Fiala, en la miseria. Tras el hundimiento del Imperio austro-húngaro no sólo perdieron la casa y los ahorros, sino también la orientación: "Lo que ha sucedido estos años, ¿quién puede entenderlo? Uno ha de aguantar, eso es todo". Y Fiala aguanta, hasta vencer su propia muerte, para que su familia pueda cobrar una póliza de seguros. En el segundo relato, el lupanar, una institución de "carácter altamente oficioso", representa la otra cara de este ceremonioso y lustrado imperio anacrónico, y lo que ocurre en la víspera y durante el día de su cierre por defunción, no es sino una parábola del destino de la doble monarquía. Werfel supo otorgar una visión matizada a sus magistrales estudios de un entorno social: tanto la épica agonía del antiguo portero, como la súbita transformación de un prostíbulo de lujo en decorosa casa de luto, alumbran el abismo entre el glorificado mundo de la antigua Austria y la despiadada realidad que asomaba tras sus alegres apariencias.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 13 de septiembre de 2003