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COLUMNA

Don Pelayo

Francisco Camps empezó su peregrinación hacia la presidencia de la Generalitat con una inequívoca coreografía autóctona. A ese efecto, no sólo se estuvo leyendo el libro gordo del padre jesuita Robert Ignatius Burns sobre Jaume I, sino que acomodó la estela del fundador del Reino de Valencia a su agenda política. Primero, en vísperas del 9 de octubre, se reunió con los parlamentarios de su partido en el monasterio del Puig, desde donde Jaume I dirigió sus tropas hacia la conquista de Valencia en 1238. Luego, el darrer diumenge d'octubre, se subió a la cima del monte Penyagolosa, donde el mismo rey levantó la ermita de Sant Joan tras la reincorporación de Valencia a la cristiandad. También arrancó su campaña en Morella, que fue la primera plaza conquistada a los sarracenos, y ya no paró de suministrar paralelismos y de esbozar gestos tan obsecuentes con la leyenda del rey que lo proyectaban, con el desgaste postindustrial oportuno, como un Jaume I de la calle Poeta Querol con el escorzo actualizado en el reflejo de los escaparates de Loewe. Sin embargo, Camps ha cambiado de registro tan pronto como se lo ha exigido el guión (Madrid). Ahora Camps se ha convertido en Don Pelayo, el inasequible héroe de la hispanidad. Primero vació de contenido la fiesta del Nou d'Octubre para embutir en su interior un homenaje de los líderes regionales del PP a la Constitución, concebido no sólo como irritación de la patria sino, sobre todo, como ataque contra el plan Ibarretxe y cualquier propuesta formulada desde una lectura pluralista de España. Luego, ayer mismo, mientras el delegado del Gobierno, Juan Cotino, atizaba la hoguera del miedo a inminentes atentados de ETA en nuestro territorio, Camps puso los galardones de las altas distinciones, concebidos para reconocer los servicios prestados por los valencianos, a disposición de las víctimas del terrorismo como si se tratase de una necesidad histórica. El presidente de la Generalitat ha adecuado los instrumentos más simbólicos de los valencianos -de todos- a la estrategia política del PP, que ha optado por la psicosis independentista y terrorista como argumentario político para ganar las elecciones generales. A Jaume I se lo cargó Don Pelayo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 13 de septiembre de 2003