La Casa Blanca ha encabezado una gran ofensiva diplomática internacional en favor del presidente palestino, Yasir Arafat, para impedir que el Gobierno de Israel lleve a término las amenazas de destierro, consensuadas en el seno del Gabinete de Seguridad celebrado el jueves bajo la batuta del primer ministro, Ariel Sharon. Mientras, centenares de palestinos se juramentaban ayer en las calles de Ramala para proteger la vida de su rais, convirtiéndose si es necesario en escudos humanos de su anciano presidente y defensor incansable de la independencia palestina.
El embajador de Estados Unidos en Israel, Dan Kurtzer, transmitió ayer personalmente al ministro israelí de Defensa Saúl Mofaz, la preocupación e indignación del presidente George W. Bush por el destierro de Arafat. Mantuvieron una tensa reunión, que duró aproximadamente dos horas, en la sede del Ministerio de Defensa en Tel Aviv. El diplomático recordó durante su conversación la posición tradicional de EE UU de proteger a ultranza la vida de Arafat, y evocó de paso el compromiso adquirido por el primer ministro, Ariel Sharon, ante Bush en el año 2001, cuando, a raíz de uno de sus primeros encuentros, prometió "no tocar" al presidente palestino.
"El Estado de Israel ha cometido un error histórico de no haberlo hecho antes, pero ahora el mundo entero sabe que Arafat empuja a Hamás y otros factores a torpedear el proceso. Por la seguridad de nuestros ciudadanos debemos expulsar a Arafat", contestó el ministro Saúl Mofaz, enfrentándose así a EE UU, y entreabriendo la puerta a una de las peores crisis que hayan surgido en los últimos años entre los dos países.
El mensaje del diplomático norteamericano Dan Kurtzer era la reedición de la conversación que horas antes la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, había mantenido con Dov Weiglass, el director de la oficina de Sharon, quien a través del teléfono le había conminado a la prudencia y cautela con respecto a Arafat. Por si no fuera suficiente, el secretario de Estado, Colin Powell, habló anoche con el ministro de Exteriores israelí, Silvan Shalom, y le repitió las mismas advertencias.
La Casa Blanca, que durante los últimos años se ha negado a reconocer el liderazgo de Arafat y ha participado activamente en la campaña de aislamiento preconizada por Israel, se ha convertido así en el principal abanderado de la ofensiva a favor del presidente palestino. Detrás de EE UU, cerrando filas, se han situado la práctica totalidad de los países árabes, el secretario general de Naciones Unidas y la Unión Europea, que, a través de una portavoz, alertaba de los peligros que sobre la región provocaría el destierro de Arafat. [El Consejo de Seguridad de la ONU pidió ayer a Israel que "no aplique" su decisión de deportar al presidente palestino, aunque ha aplazado hasta el lunes el debate sobre el proyecto de resolución presentado en este sentido por los países árabes, informa AFP].
Por su parte, centenares de palestinos se concentraron ayer en las calles de Ramala y marcharon hacia la Mukata para demostrar su apoyo al presidente Arafat y comprometerse a convertirse en escudos humanos e impedir su exilio, en una operación similar a la efectuada por voluntarios internacionales hace dos años, cuando se encerraron en la residencia para proteger al anciano líder de los tanques hebreos.
Crispación en la calle
La crispación de la calle palestina se puso ayer al mediodía en evidencia en la Explanada de las Mezquitas, al final de la plegaria semanal, cuando un grupo de jóvenes acosó con piedras a los judíos que rezaban al otro lado, en el Muro de las Lamentaciones. La policía, por primera vez en muchos meses, respondió con firmeza al ataque, lanzando gases lacrimógenos y bombas de ruido. Varios jóvenes palestinos resultaron heridos y un grupo reducido de ellos detenido. El jefe de la policía israelí acusó a Arafat de estar detrás de los disturbios.
Pero ni las presiones de EE UU y de la comunidad internacional, ni el temor de un estallido de indignación popular en la calle palestina parece capaz de frenar al Gobierno de Israel, que está decidido a ejecutar la expulsión en cuanto tenga una nueva excusa para ello. Desde hace un año hay un cuerpo de élite del Ejército preparado para llevar a término la operación. Pero además, la expulsión cuenta con el apoyo del 58% de la población israelí. Sólo el 30% de los israelíes considera que el destierro de Arafat provocaría más problemas y entrañaría un grave riesgo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 13 de septiembre de 2003