El acuerdo alcanzado entre el Gobierno de Néstor Kirchner y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para la refinanciación de la deuda de 23.000 millones de dólares a pagar en los próximos tres años es una buena señal de que Argentina está logrando salir de su atolladero económico, pero le queda todavía un esfuerzo más para ganar la credibilidad del resto del mundo. En esta ocasión le ha salido bien el órdago al presidente Kirchner, pero está por ver si retorna el capital privado -argentino y extranjero-, algo de todo punto necesario para asegurar el futuro.
Argentina ha logrado evitar la suspensión de pagos, y el descenso en la calificación de sus empréstitos, cuya devolución estaba congelada desde hace dos años por el entonces presidente, Rodríguez Saá. El acuerdo con el FMI, en principio para tres años, pero en realidad con compromisos reales para el próximo, permite asentar la estabilidad financiera del país, con unos objetivos de superávit fiscal primario (sin los intereses de la deuda) del 3% y de déficit presupuestario equivalente al 4% del PIB. La marcada moderación de la inflación (entre 4 y 7 puntos), junto con la apreciación y estabilización del peso, han permitido rebajar los tipos de interés, lo que facilita una recuperación económica con garantías -con una estimación de crecimiento entre el 5% y el 6% en 2003-, facilitada también por el dinamismo de la economía de EE UU, que está permitiendo a Argentina exportar más.
En esta negociación no exenta de dureza, que se ha arrastrado durante tres meses y medio y ha superado la fecha teórica del 9 de septiembre, en que tenía que pagar 2.900 millones, para entrar en una situación de impago, el Fondo, apoyado en por EE UU, ha mostrado una sana dosis de flexibilidad. La compensación a los bancos perjudicados por la pesificación y la cuestión de las tarifas de empresas reguladas, especialmente de agua y luz, ha quedado aplazada a una definición posterior, pues ésta no era una cuestión en la que debiera entrar el FMI.
Quedan muchos puntos oscuros en la política económica del Gobierno de Kichner, que aún debe dar
seguridades de que cumplirá y no seguirá apurando, como hasta ahora, hasta tensar la cuerda al máximo. La consolidación del nuevo despegue argentino aún va a requerir más esfuerzos y sacrificios. Pero, finalmente, llegan buenas noticias de Buenos Aires.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 13 de septiembre de 2003