Soy Vega, tengo 16 meses y no sé leer ni escribir, pero soy una niña de Madrid que el pasado domingo a las siete de la tarde perdí el conocimiento y mi padre salió corriendo a la calle para llevarme al hospital del Niño Jesús. Al ir a subir a un taxi en la calle de Goya, un hombre se acercó a él y se ofreció a acompañarle. Dijo ser auxiliar de enfermería y resultó ser mi ángel de la guarda. Vino con nosotros y durante el trayecto estuvo tranquilizando a mi padre. Al llegar, pagó el taxi y cuando mi padre fue a buscarle para darle las gracias había desaparecido, como suelen hacer los ángeles. Gracias ángel porque no sé quién eres y me ayudaste. Gracias al personal de urgencias del hospital Niño Jesús, que me atendió sin demora y con su habitual buen hacer. Y gracias porque en esta ciudad de Madrid, de la que tantas cosas malas se dicen últimamente, siguen existiendo ángeles de la guarda que velan por sus niños.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 14 de septiembre de 2003