Jean Peyrelevade ha dirigido el Crédit Lyonnais durante 10 años. Llegó a él en 1993, cuando este banco era un gigante arruinado por una gestión megalómana y enloquecida, lo reflotó a base de ir vendiendo por partes lo que podía serlo; luego, en 1999, dirigió su privatización y, desde hace un año, codirigía con René Carron la que era conocida como "la primera OPA al revés de la historia", es decir, el pequeño, el comprado -el Lyonnais- estaba conquistando el poder dentro del grande, el comprador, el Crédit Agricole.
Peyrelevade debía jubilarse pronto, pero no ha querido -o podido- esperar a cumplir los 65 como presidente del Lyonnais. "Mi dimisión responde a una demanda de René Carron", ha escrito. Lo cierto es que Peyrelevade y los suyos parecían sacar más provecho de la fusión de los dos bancos que Carron y su equipo. De ahí que este último aprovechase los últimos coletazos de la época crazy del Lyonnais -el asunto de la aseguradora Executive Life- para librarse de la presencia de un banquero que parecía destinado a ser ministro.
Durante la década de los setenta, Jean Peyrelevade, doctorado por la prestigiosa Escuela Politécnica, trabaja en el sector de la aviación, pero conspira junto a Pierre Mauroy. Milita en el Partido Socialista y, en 1981, cuando Mauroy es nombrado primer ministro por Mitterrand, Peyrelevade es jefe de gabinete de aquél. En 1983, cuando el Ejecutivo abandona la política de nacionalizaciones e inversión pública en todos los sectores, Peyrelevade pide y logra ser nombrado presidente de Suez, un banco público. En 1988 los socialistas lo ponen al frente de la aseguradora UAP y ahí demuestra su fuste, no dejando que sus convicciones empañen su visión de gestor financiero.
Gran lector, apasionado de reflexiones psicoanalíticas y hombre de amplia cultura, Peyrelevade es muy amigo del comisario europeo Pascal Lamy, que trabajó a sus órdenes precisamente en la UAP. Es también un europeísta convencido y no hace muchas semanas nos exponía en privado su irritación ante el actual impasse de la UE: "El proceso de construcción de la UE tiende a vaciar las democracias nacionales de contenido sin que luego éste aparezca en el conjunto. De alguna manera puede decirse que los países han aceptado tener políticas nacionales fragmentarias y parciales sin aceptar la existencia de una política global europea". Su amigo Lamy le daba la razón: "Es cierto, hasta ahora hemos hecho la Europa de lo que se tiene y ahora deberíamos atrevernos a construir la Europa de lo que somos".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 14 de septiembre de 2003