El levantamiento de las sanciones de la ONU contra Libia supone un respiro para Gaddafi y un paso más hacia la reincorporación de su país a la normalidad internacional. Aún le queda camino que recorrer a este régimen que recibirá hoy en Trípoli a José María Aznar, el primer dirigente español en viajar a ese país, y que puede jugar un papel de puente entre varias visiones sobre Libia. EE UU, que con Francia se abstuvo en esta decisión del Consejo de Seguridad, mantiene todavía sus medidas unilaterales y sus leyes extraterritoriales contra el régimen del coronel, y no las levantará hasta no ver pruebas de un cambio por parte de Trípoli en sus programas de armamentos, respeto de los derechos humanos, o injerencia en otros países de África, dimensión a la que el presidente libio presta ahora más atención, frente a su anterior panarabismo.
Tras atribuirle la autoría del atentado con bomba en 1988 contra un vuelo de la Pan Am sobre la localidad escocesa de Lockerbie en el que murieron 270 personas, el Consejo de Seguridad decretó en 1992 y 1993 la prohibición de venta de armas, de relaciones aéreas y una reducción en los contactos diplomáticos con el régimen libio. Sólo cuando Libia accedió a entregar a la justicia británica a dos supuestos autores de este crimen, la ONU suspendió sus sanciones, que ahora quedan formalmente anuladas, en una medida más simbólica que con efectos reales. De los dos acusados, uno fue puesto en libertad, y el otro purga una pena de 20 años en una prisión escocesa.
Trípoli nunca llegó a admitir su responsabilidad en el atentado de Lockerbie, ni tampoco en el que perdieron la vida 170 personas en un vuelo de UTA sobre Níger en 1989, pero finalmente accedió a indemnizar a los familiares de las víctimas, por un valor total de 2.700 millones de dólares en el primer caso. Francia había conseguido mucho menos unos años antes por el otro atentado, por lo que, al ver las compensaciones, exigió, y aparentemente logró, unos montos equivalentes.
Lo ocurrido muestra que la presión internacional, cuando es justa, firme y coordinada, da resultados. En unos momentos en los que la "guerra contra el terrorismo" de Bush domina la agenda mundial, y la Administración norteamericana tiene a Libia en su lista de Estados terroristas como excurso del eje del mal, Gaddafi aún ha de recorrer mucho camino. Los europeos, y Aznar el primero, pueden ayudarle a avanzar por esa senda.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 16 de septiembre de 2003