Las mujeres muestran su vientre: parece una orden de la especie, una llamada a ser fecundadas. Son las mismas que "están en la píldora": la toman, y llevan un preservativo. O dos. Esta contradicción de que la naturaleza llame a ese esfuerzo evolutivo y mutante que nunca cesa, y el deseo adverso del individuo, provoca la locura habitual, del tiempo: ahora se llama estrés, casi desplazando a la depresión, que hizo olvidar las angustias. Los vientres se taparán ahora por el cambio de la moda. La socióloga Susana Saulquin asegura que "las barrigas se van a dejar de ver"; y Patricia Kolesnicov describe el estilo paranoico: "Los cuellos serán más altos, los colores opacos, los pantalones tendrán muchos bolsillos y terminarán en puños, los tacones serán bajos". Lo copio de Clarín (Buenos Aires). Copio ahora a Susana Saulquin: "La nueva colección es de protección: todos los cuellos suben: el cuello siempre es necesidad de protegerse del otro". Los tacones bajos, para correr; los bolsillos numerosos, para llevar encima todo lo que se necesite; los colores oscuros, de camuflaje. La protección al cuello, pienso, es una reminiscencia: del cuchillo, del hacha. Lo que antes de las Torres se orientaba "hacia el otro" ahora es para un sálvese quien pueda. Kolesnicov cita a nuestro Vicente Verdú: "La moda es como una endorfina que segrega la posmodernidad sobre el cuerpo dolorido del planeta. Gracias a la sutura que proporciona la infinita continuidad de la pasarela, los conflictos quedan traspasados por una rosada vena de morfina estética". Conocí el tiempo de las nombrilettes: las que enseñaban el ombligo. Y las que mostraban el muslo, las chicas de Mary Quant. La combinación era por lo menos erótica: la pornografía estaba en la calle. Y es que era la posguerra. El estallido de las libertades aparece después de las opresiones: París salía de la ocupación alemana; Londres, de los bombardeos.
El vientre fecundable puede ser una lucha contra la carestía de la vivienda, la disminución del gasto social, el trabajo de la hembra. Curioso: que la fecundidad venga de las mujeres tapadas: compensan opresión creando un enorme número contra los cañones del rico. No sé cuánto parirían si apareciesen oferentes, como las españolas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 16 de septiembre de 2003