Apartado 1. Sale adelante una ley por la que la religión católica pasa de nuevo a ser obligatoria en los colegios públicos (ojo, de antemano quiero expresar mi mayor respeto por las ideas religiosas de cada cual, pero, eso sí, que las cultive en sus iglesias y que se pague sus liturgias, muy respetables, respetabilísimas, de su bolsillo). Esa ley vulnera, como poco, cinco principios constitucionales y manda a paseo la laicidad del Estado, algo esencial en el mundo libre civilizado contemporáneo, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en los Estados terroristas islámicos que apoyan el terrorismo, al que al parecer combatimos heroicamente en Afganistán y en Irak.
Apartado 2. Leo que los Legionarios de Cristo compran un colegio laico en Villaviciosa de Odón y, claro, amparándose en la ley antes citada, obligan a niños y niñas a cursar religión, a realizar comunión diaria, a que vayan a la capilla del colegio y a que sigan las clases en aulas separadas. Vamos, como ocurría durante el nacionalcatolicismo de los 40 años maravillosos.
Apartado 3. Me entero por un programa de radio que los ministros de Justicia e Interior, así como la esposa del presidente del Gobierno y el ex alcalde de Madrid pertenecen todos a los Legionarios de Cristo.
Conclusiones. Me entra un llanto desconsolado y unas ganas enormes de exiliarme a algún país civilizado, por ejemplo Alemania, Francia, Reino Unido, Suecia o Dinamarca.
Cuando este pueblo nuestro deposita su voto en una urna, ¿sabe responsablemente lo que hace? ¿Estamos retrocediendo hacia la Edad Media? Espero y deseo que sea un viaje con retorno.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 21 de septiembre de 2003