Todo esto que ahora se ha destapado como si fuese una novedad, es un gravísimo problema que viene de muy lejos y que en ningún momento, sobre todo en tiempos del PSOE en el Gobierno, se quiso atajar y poner en orden. En España se ha organizado una maraña de sanguijuelas inmorales,permitida por la Administración e incluso en muchos casos conectada a ella, como se ha visto en Madrid.
A mí personalmente me ha costado varios años de trabajo esta golfería legalizada. En mi pueblo hubo tres profesores de EGB que, con la venia de la Administración socialista, eran agentes de la propiedad inmobiliaria y compatibilizaban la enseñanza a los niños de primaria con los pelotazos inmobiliarios. Uno de estos tres personajes además era juez de paz; eso por si necesitaban algún canal de información privilegiada. Esta gente, aunque son de derechas y los socialistas lo sabían, se procuraban la amistad de los gobernantes locales y de esa manera tenían acceso a todos los proyectos municipales y manejaban en plan monopolio todo cuanto se movía en el sector inmobiliario.
Por otra parte, nunca faltaba ni falta gente de la banca que informa de los problemas que suelen sufrir algunos ciudadanos con sus préstamos, y así se ha formado una jauría de subasteros y mafiosos que se nos llevan la piel mientras la Administración mira para otro lado.
Es por eso que resulta infumable el argumento de Madrid en cuanto al desconocimiento de las actividades de los corruptos del PSOE. Si es cierto que esta actividad está enquistada en la gente del PP, no es menos cierto que en la izquierda también los hay. En estos momentos, y con vistas al futuro, algo que deben asumir con rotundidad los grupos de izquierda es la erradicación de estas mafias y la regulación de ciertas actividades.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 21 de septiembre de 2003