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OPINIÓN DEL LECTOR

Con Gesto

Disfruto de mi familia y amigos siempre que puedo, con los únicos inconvenientes impuestos por una sociedad que vive como si el mundo se fuera a terminar mañana. Pero soy consciente de que eso no es lo habitual para miles de personas en este país, sobre quienes pende una condena a muerte dictada por una banda de fanáticos. Por ejemplo, para quien no puede acompañar en su coche a un familiar, porque las plazas deben ir ocupadas por escoltas. O para aquél a quien algún vecino discute el que su guardespaldas vaya hasta la puerta de su domicilio. O para aquella a quien sólo permiten la entrada en su vehículo tras una minuciosa revisión de los bajos del mismo. O para aquellos que no pueden disfrutar de sus hijos porque sería arriesgar sus vidas y las propias.

Hay quienes perdieron la vida cuando volvían de comprar el pan o el periódico. A mi hijo adolescente le digo que asesinar a un semejante es el camino más seguro hacia el abismo. Quiero poder mirarle a los ojos y decirle que no he vivido ajena al sufrimiento de quien está perseguido. Por eso estuve el sábado en las Arenas uniéndome a la protesta de Gesto por la Paz en contra de la violencia de persecución. La causa lo merecía.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 22 de septiembre de 2003