Después de oír al alcalde de Barcelona en El matí de Catalunya Ràdio sentí vergüenza ajena, por un lado, e indignación, por el otro. Resulta que Joan Clos es incapaz de coger el transporte público, ni siquera en el día sin coches. ¿Las excusas? Primero, que no tenía buena combinación, después que hubiera tardado más. Luego, su equipo, viendo el ridículo colosal que había hecho, hizo público que sufría una dolencia de riñón. Al parecer, esta afección impide tomar el autobús... Pero, en cambio, permite ir a un puerta a puerta con Pasqual Maragall. Espero que no se atreva nunca más a pedir que los barceloneses cojamos el transporte público. Si los ciudadanos optamos por esta forma de transporte, será porque nos lo creemos, no como nuestro alcalde.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de septiembre de 2003