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DESDE MI SILLÍN | VUELTA 2003 | 17ª etapa

Un día extraordinario

Temas para dedicar esta columna hay muchos. Hombre, bien es verdad que menos si lo que has vivido durante el día es más de lo mismo. Ya saben, lo de siempre en esta Vuelta; esto es, salir a tope y llegar igual, o como se dice en el argot, salida portuguesa y llegada belga. Si vas bien, sufrir para intentar ganar. Si vas mal, que es lo más común, sufrir para llegar a meta perdiendo lo mínimo posible.

Pero bueno... eso es la tónica de cada día, y ayer para mí, no fue un día cualquiera. Por suerte ayer fue un día extraordinario, y digo bien, porque si comienzo a tomar como ordinario al hecho de volar bajo y terminar besando el suelo, apaga y vámonos. Me caí; aún no se muy bien cómo -tampoco lo sabré-, pero cuando empecé a entender mínimamente la situación me encontraba en posición fetal debajo de un quitamiedos. Mientras oía a la gente chillar -caí en mitad de un pueblo- sentía unas manos que se apresuraban a levantarme; al mismo tiempo, otros me daban las gafas y los botellines, que habían volado más lejos que yo. Me incorporé, y tras un rápido chequeo intuitivo de todos los miembros deduje que no había nada roto, así que tocaba buscar inmediatamente la bicicleta y reemprender la marcha sin perder un segundo más.

El coche neutro reparó la bicicleta, y tras solventar de mala manera un problema con las zapatillas me encontré, de repente, ante la perspectiva de tener que disputar una contrarreloj en solitario de unos 80 kilómetros. Y todo esto, claro, viendo al helicóptero que sobrevuela al pelotón cada vez más y más lejos.

Menos mal que me salvaron los médicos de carrera. Vinieron a darme ánimos y curarme, en este orden. Y claro, entre aplicación de betadine y chorrito de agua oxigenada, yo aprovechaba, como es lógico, para agarrarme al coche y tratar así de acercarme todo lo posible al pelotón.

La atenta y amenazante mirada del juez se convertía en una ni atenta ni agradable advertencia, pero bueno, alguien tiene que aplicar el reglamento, aunque éste no sea humano. Al final conseguí llegar a la meta dentro del control que es lo que pretendía. Y fue gracias a mi esfuerzo, al de los doctores, y a los ánimos de todos esos que me animaban como si fuese el primero de la carrera. Para todos ellos va este artículo.

Pedro Horrillo corre la Vuelta con el equipo Quick Step.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de septiembre de 2003