Lo más caro de la tarde se firmó a caballo, de la mano de Álvaro Montes. Un derroche de torería, de saber estar, de medir las distancias, de saber cuándo arriesgar y cómo superar un trance comprometido con dominio de la situación y capacidad. Clavó certero, siempre por lo clásico, al estribo. Todo con verdad, con ausencia de la pacotilla que hacen gala otros colegas. Y meritorio, pues el novillo midió mucho su entrega.
Ni Javier Solís ni Luis Bolívar certificaron su posición de privilegio. Al flojo y noble primero, Solís le hizo un generoso derroche de voluntad en faena inquieta con final efectivo. Su segundo, flojo y al paso, le obligó a porfiar en un trabajo bajo cero en emoción.
Jandilla / Montes, Solís, Bolívar
Novillos de Jandilla, bien presentados, nobles y con poca fuerza. Álvaro Montes (rejoneador): dos orejas. Javier Solís: silencio y oreja. Luis Bolívar: aviso y silencio; aviso y ovación. Plaza de Algemesí, 24 de septiembre. 5ª de feria. Lleno.
De los de Jandilla, el segundo fue el más acometedor. Bolívar apuntaló una faena seca, sin coba y bien planteada. Al manso sexto no lo entendió. Descolocado y menos comprometido, eligió el camino de lo fácil pero con escasa repercusión. Solís y Bolívar banderillearon conjuntamente a los dos últimos novillos, con tanta corrección como sobriedad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de septiembre de 2003