En la ciudad todos los espacios libres, chalés y jardines son punto de mira para las aspiraciones y abusos inmobiliarios. Eso conlleva ocupar y destruir de forma voraz arboledas de jardines privados y casas bellas y antiguas, con la consiguiente ocupación de las aceras por las nuevas edificaciones, aplastando y acosando a los árboles que ya estaban en las vías públicas desde hace años. Está claro que los que hacen tales atropellos necesitan sensibilizarse para ser ciudadanos amantes de los árboles y de las cosas bellas.
En la calle Conde de Gálvez, de Sevilla, se salvó de la acera un viejo y hermoso ailanto por la intervención de los vecinos; ahora el edificio que se construye se lo está comiendo, como todos los plátanos de sombra de la avenida Manuel Siurot.
¿Por qué los edificios no respetan a los árboles que ya existían y se retranquean dando armonía al entorno? ¿Tanto dinero pierden las inmobiliarias por ese espacio respetuoso? ¿Por qué el Ayuntamiento no actúa aplicando sus correspondientes ordenanzas municipales de parques y de urbanismo para evitar estas violaciones?
Desgraciadamente, son múltiples los casos que se repiten. La asociación de Amigos de los Jardines de la Oliva lleva desde hace años intentando concienciar a los ciudadanos e instituciones públicas y privadas carentes de sensibilidad por el respeto al entorno natural. El negocio y la rentabilidad no es todo. Si acabamos con el planeta, el dinero y los ladrillos no nos podrán alimentar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 27 de septiembre de 2003