El jueves, como de costumbre en los últimos meses, Manolo Saiz se acostó de madrugada. La consabida reunión hasta las últimas horas del día en busca de un patrocinador, la última mirada al correo electrónico por si alguna de las empresas a las que envió su currículo le respondía... La rutina continuó el viernes, ayer, a primera hora. Otra reunión importante para resolver el futuro del ciclismo. Otra cita en la cumbre con Hein Verbruggen, presidente de la Unión Ciclista Internacional (UCI), para hablarle, en su calidad de presidente de la Asociación Internacional de Equipos, de la Liga de Oro, de proyectos para el progreso del ciclismo. Más tarde, al mediodía, a la salida de la Vuelta, en la que su equipo, el ONCE-Eroski, afrontaba aprensivo una jornada peliaguda, la de Guadarrama y Navacerrada, los lugares en los que Vicente Belda, el jefe del Kelme, había anunciado llanto y crujir de dientes para el líder, el cántabro Isidro Nozal. "Pero no os preocupéis", había tranquilizado a los periodistas que le manifestaron su temor a que tanta preocupación en la cabeza acabara por perturbarle; "en cuanto me siento tras el volante del coche sólo pienso en la carrera".
"No quiero un 'sponsor' para el futuro. No quiero seguir en el ciclismo", dice el sancionado
Y en cuanto se sentó en el volante del coche Manolo Saiz, en cuya cabeza cabe todo -"me pagan para aguantar la tensión las 24 horas del día"-, empezó a pensar en todo: en la general, en la etapa, en la clasificación por equipos, en las alianzas circunstanciales, en las ayudas extemporáneas, en la cronoescalada del día siguiente, en el material, en las bicicletas, en las motos que tanto influyen... Y tanto material de tensión se acumuló en su organismo que, finalmente, su sistema nervioso reventó y en un solo segundo, en dos acciones tremendas, Saiz destruyó lo que tanto había trabajado para construir.
La primera acción fue adelantar como un energúmeno, como si le fuera la vida en el momento y no sólo la Vuelta, al pequeño pelotón que, conducido por Roberto Heras y un motorista de TVE, había dejado cortado y temblando a Nozal nada más comenzar la ascensión a Navacerrada. Y en cuanto lo adelantó dio un volantazo a la izquierda y, en una acción brutal, cerró contra la cuneta a la moto, que tuvo que frenar bruscamente. "Pero es que ya había subido a quejarme cinco veces a los comisarios de que Heras aprovechaba el rebufo de las motos para atacar y las cinco veces no me hicieron ningún caso. Así que tuve que actuar yo", dijo por teléfono -porque no llegó a la meta, sino que a dos kilómetros de la llegada tomó el desvío hacia su hotel- el director del ONCE-Eroski.
La segunda acción fue más insensata. Reapareció el Manolo Saiz que parecía olvidado, sepultado por varios años de esfuerzo para intentar frenar sus reacciones. Volvió a las pantallas el Saiz en estado puro, el Saiz de 1998 que le enseñaba un dedo a Jean-Marie Leblanc, el director del Tour, y le decía dónde podía metérselo, o el que hace un par de años descalificaba al secretario de Estado, Juan Antonio Gómez Angulo. Se resumió en una frase horrísona -"cuando te vea, te mato a hostias"- dirigida al motorista al que había cerrado, quien poco después se había acercado de nuevo al coche de Saiz para pedirle explicaciones. "Es que", explicó Saiz, "había venido a provocarme y no hacía más que decirle al cámara: 'Grábale, grábale". Y ese momento lo aprovechó su mecánico, Faustino, para decirle al motorista que le iba a partir la cara.
Inmediatamente, empezaron a sonar los teléfonos. El presidente de la ONCE, Miguel Carballeda, llamó a la oficina del equipo exigiendo explicaciones por la "bochornosa y vergonzosa" acción del director. En la meta, Verbruggen, impávido, esperaba un coche que le llevara a Barajas. Más tarde, se reunió el jurado de comisarios. Su primera actitud era de comprensión, ya que entendían que las motos influían demasiado en la carrera, por lo que propusieron dejarlo todo en una multa de 400 francos suizos (unos 240 euros). Pero entonces intervinieron totalmente enfadados, ya que la imagen de Saiz amenazando a un motorista perjudicaba a su carrera, los dirigentes de Unipublic. "Manolo Saiz paga esa multa y esta noche ya lo está celebrando en un restaurante; y el domingo, tan chulo paseando por la Castellana", dijo un directivo del organizador de la Vuelta, quien exigió un castigo ejemplar. El jurado decidió entonces expulsarlo de la Vuelta y multarlo con 480 euros.
Así, Nozal, quien, finalmente, sólo cedió el consabido minuto y pico a Heras en la meta de Collado Villalba, no tendrá a su director guiándole en la cronoescalada de hoy, en Abantos, donde defenderá -con grandes posibilidades de éxito- 1m 55s de ventaja sobre el escalador bejarano.
Finalmente, a última hora de la tarde, Manolo Saiz concluyó su desmoronamiento, su habitual paso absoluto del todo a la nada. "No quiero ningún sponsor para el futuro. No quiero seguir en el ciclismo", dijo; "sólo tengo que pedir disculpas a las gentes a las que he hecho daño: al cámara y al motorista y a los que tengo detrás, a los que han estado esperando que sacara un equipo y les he fallado".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 27 de septiembre de 2003