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Cesaria Evora canta la melancolía de las islas de Cabo Verde

La Dama Descalza edita 'Voz d'amor', su noveno disco

Puso Cabo Verde en el mapa musical. Cesaria Evora, que a sus 62 años continúa actuando descalza, dejó un día de cantar para marineros en los bares de Mindelo para pisar escenarios de todo el mundo. Después de haber grabado con Caetano Veloso, Bonnie Raitt, Marisa Monte, Tania Libertad o Chucho Valdés, publica ahora su noveno disco, Voz d'amor, antes de emprender una gira por EE UU y Europa que la traerá a España en noviembre.

Voz d'amor comienza con una de esas melancólicas mornas de B. Leza, el autor de Mar azul o Miss perfumado. Nunca falta un B. Leza en los discos de Cesaria Evora. "Era un hombre muy inteligente, paralítico, y al que yo conocí de niña por ser primo de mi padre y vecino nuestro. Todos los cantantes de Cabo Verde lo han grabado alguna vez", aseguró la cantante el jueves en Madrid.

"Siempre hemos escuchado mucha música de Brasil en Cabo Verde. Tenemos muchas cosas en común tanto con Brasil como con Cuba", dice Cesaria Evora, que grabó Negue, popularizada por María Bethânia, y que ahora reincide con otra antigua composición de Adelino Moreira, Beijo roubado, un chachachá que alcanzó el éxito hace casi medio siglo en la voz de Ângela María, a la que adora desde hace 40 años. "Fui a São Paulo en 1994 y me comunicaron que había dos artistas a los que les gustaría cantar esa noche conmigo. Se trataba de Ângela María y Caetano Veloso. ¡No me lo podía creer!", recuerda, agitando nerviosa los brazos y el cuerpo. "Fue una noche maravillosa. Sólo con que hubieran venido a verme ya me hubiera sentido feliz". La otra canción no caboverdiana del disco es Jardim prometido, versión en crioulo -el portugués africanizado que se habla en el archipiélago- que ha realizado Teofilo Chantre del popular Greenfields.

Cize, nombre con el que todos la conocen en las islas, se llama desde hace poco la asociación creada para ayudar a nuevos valores, y ella misma acaba de ser nombrada embajadora del programa de alimentación infantil de Naciones Unidas. Más de la mitad de los caboverdianos han tenido que emigrar a Estados Unidos, Portugal, Holanda... "Después de los conciertos vienen a verme al camerino y me cuentan que escucharme les hace sentir más nostalgia aún de Cabo Verde" , dice, con sonrisa y mirada tiernas.

A partir de 1988, cuando la descubrieron en Francia, Cesaria Evora empezó a ganar dinero. "Antes cantaba en los barcos extranjeros que atracaban en el puerto y en casas privadas de la isla de San Vicente. Las monedas que ganaba me daban para vivir". Los meses de agosto -cuando celebra su cumpleaños- y diciembre los pasa en su casa de Mindelo, el puerto de San Vicente. El resto del tiempo anda de concierto en concierto. "El día no ha llegado, pero en algún momento tendré que parar. El 27 hice 62. Vieja, ¿no?", dice con coquetería.

Su hogar es un desfile continuo. Siempre hay comida preparada para los que van llegando -esa cachupa de judías, maíz y carne "en la de rico, porque la de pobre no lleva", dice, riendo- y el grog -temible aguardiente local que ella ya no prueba porque dejó la bebida-. Cesaria Evora pasó tres años en un orfanato: "Mis cuatro hermanos mayores embarcaron y mi madre me ingresó para que las monjas me dieran una educación. Me inventé que en la escuela había fantasmas y se lo conté a mi abuela porque sabía que mi madre no iba a creerme. Fue lo único que se me ocurrió para que me sacaran de allí. ¡Y funcionó!".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 27 de septiembre de 2003