El pasado domingo visité en Madrid el Museo Cerralbo junto con un amigo que no lo conocía. La entrada, por ser domingo, era gratuita. Me extrañé de que la mayoría de las salas tenían que ser vistas desde fuera al estar impedido el paso al interior de las mismas.
Le comenté a mi amigo que cuando yo conocí este museo, hace ya algunos años, se podía acceder a todas las salas y que ello posibilitaba conocer, asimismo, las variadas colecciones de todo tipo que en sus respectivos expositores contienen las referidas dependencias. Pudimos ver de lejos los expositores, pero no su rico contenido interior.
Preguntamos a qué era debido esta circunstancia y nos dijeron que por motivos de falta de personal para garantizar la seguridad del museo.
El otro día leí en la prensa que un veintitantos por ciento del presupuesto para el funcionamiento, durante cuatro años, de un nuevo organismo ministerial se había gastado en la parafernalia de su inauguración.
Hoy leo que "España ya ha destinado 86 millones de euros en Irak". Una guerra que no queríamos el 92% de la población española.
No, no me he ido por los cerros de Úbeda, tan sólo quiero mostrar mi desconcierto por el uso que se hace de los dineros públicos.
Cultura, bajo mínimos. Propaganda y publicidad, lo que haga falta. Guerra, lo que mande el jefe. Y todo ello, pues, sin complejos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 27 de septiembre de 2003