"¡Que se pudra en la cárcel!", oigo decir de alguien, y me estremezco de horror y vergüenza. Sea un asesino de chicas o un terrorista, aunque aún considero peor al terrorista, porque no está loco ni obedece a pulsiones que le dominan. Si a ese King le dejan en la calle, la gente le mata: la jauría humana, la bestia humana, por citar títulos ilustres (la traducción de un guión de Faulkner, una novela de Zola), le hubiera linchado. Son los que hubieran linchado a la detenida anterior, que era inocente. En muchos países latinoamericanos se sigue linchando. Alguien grita: "¡A ese!", y no hace falta más.
Continuando algo que gruñí hace unos días, se vuelve a ver la cultura de la punición: el llamado "asesino de la catana" intentó escapar cuando visitaba el palmeral de Elche, y los comentaristas se echan encima porque los reclusos del Centro de Menores salgan, vigilados (fue capturado), de paseo. Estas generalizaciones son propias de esta sociedad. Uno con beneficios penales delinque, y se quieren suprimir los beneficios a los penados. Hay un reincidente: se clama para que los delincuentes sigan en la cárcel. Que se pudran es el cochino grito.
No tiene el mismo tratamiento en los periódicos el tema de "los Albertos": grandes banqueros, herederos y emparentados con la aristocracia que se formó con el franquismo, cometieron delitos de estafa y falsedad, según la sentencia, y el Supremo sostiene que no sería justo indultarles. A la espera de ese indulto estaban, y no sé si siguen, en libertad. Tuvieron una sentencia que ahora el Supremo considera "benévola". No sé por qué fue benévola. No tanto como la inutilidad de las imputaciones a Gil y Gil, que pasa por los juzgados como la luz por los cristales, lo cual le da ocasión a quedarse por mano interpuesta con Marbella que, con un alcalde sin honestidad, es una mina de oro. No tanto como la de Madrid, escamoteada por los tránsfugas supuestamente ligados a mafias del suelo, y escapados sin investigación por orden de la justicia del Gobierno, y utilizados sus votos por el partido que ahora podría indultar a los Albertos a pesar de todo, y el ministro Acebes ha dicho que "lo estudiará". Ya indultaron al juez Gómez de Liaño. No emito contradicciones. Ni quiero que los Albertos o el Gil vayan al pudridero; ni nadie. En la utopía de algunos predicadores estoy: no quiero que haya cárcel, porque quiero una sociedad que no produzca delitos. Puede que estos grandes defraudadores sean los que crean el delito del "chorizo". A veces se roba un pan por culpa del caviar de los otros.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 27 de septiembre de 2003