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COLUMNA

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El Bloc Nacionalista Valencià se enfrenta a un congreso en el que existen varias candidaturas para ocupar su cúspide ejecutiva. El envite es importante porque el Bloc tiene que decidir su destino y elegir su cúpula. En este papel ha destacado la figura de Pere Mayor, cuya presencia ha personalizado la imagen de este proyecto político todavía sin consolidar. Con el rumbo que emprenda este partido se decidirá la configuración de las opciones valencianas de poder.

Hasta ahora se han diseñado operaciones políticas inmaduras y subsidiarias, en las que el voluntarismo festivo ha pretendido sustituir los elementos básicos e imprescindibles para quien pretenda detentar poder e influir en la sociedad.

Un proyecto valencianista no puede circunscribirse a sus propias circunstancias ni limitarse a mirar su ombligo y el de sus congéneres más próximos. Hay que tener en cuenta el contexto mundial e internacional, junto con la problemática europea y española. Hoy está confirmado que el territorio autonómico valenciano es la Comunidad Valenciana, que forma parte del Estado español y a su vez es miembro de la Unión Europea.

Tenemos factores diferenciadores, entre los que cabe destacar la lengua, la cultura, situación geográfica, historia, aspectos de nuestra economía y otros medioambientales que configuran nuestro perfil geopolítico. Y sobre todo hay una tarea pendiente de reconciliación en la sociedad valenciana que parte de su propia condición -definida y asumida- en el contexto en el que se halla inmersa.

Es urgente un reencuentro entre las distintas zonas, comarcas y realidades que conforman la Comunidad Valenciana, para romper su secular carencia de vertebración. Para ello es preciso disponer de un proyecto político ilusionante e integrador, en el que cuestiones como la lengua, la cultura, las denominaciones, las banderas y los himnos pasen a la categoría de anécdotas.

La recuperación del clima civil valenciano, donde todas las personas que viven en su perímetro puedan sentirse integrados, es un reto que únicamente puede llevar a cabo un partido político con vocación y obediencia estrictamente valencianista.

Los proyectos políticos tienen que ser cohesionadores y viables. En un espacio geopolítico son muy importantes la economía, las infraestructuras y el encuentro con el mundo empresarial autóctono. Los partidos tienen difícil su pervivencia si no consiguen el respaldo de los empresarios, que son los que en definitiva generan riqueza e impulsan el sector privado en la sociedad. Han de financiarse y requieren un esfuerzo de inversión. Nadie deja su dinero a quien no inspira confianza.

No se puede organizar una operación política como una comisión de fiestas. Ni se puede iniciar con las alegrías irresponsables de quien no ha pensado en un plan estratégico para afrontar las diferentes citas electorales y el propio posicionamiento del partido. La duda reside en si se quiere conformar un proyecto con posibilidades reales de ejercer poder. Y no por casualidad ni porque los adversarios hayan fracasado, sino porque la operación que se ofrece sea atractiva, fiable y con capacidad de pervivir en el tiempo. El Bloc en este desafío se encuentra en una encrucijada decisiva.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 28 de septiembre de 2003