"Rivaldo se va, pero a Vigo", titulaba ayer la página en Internet del periódico deportivo italiano por excelencia, la Gazzetta dello Sport. Tres días después de anunciar la rescisión unilateral de su contrato con el Milan -seis millones de euros netos por año hasta el 2005- Rivaldo dijo que se arrepentía. Que permanecería en el Milan hasta el mercado de invierno, en diciembre. Hoy el delantero brasileño será incluido en la lista de convocados para jugar contra el Celta, mañana en Balaídos.
La noticia partió ayer del vicepresidente milanista, Adriano Galliani, que mantuvo una reunión de dos horas con el delantero, por la mañana: "Rivaldo permanecerá en el Milan y mañana estará a disposición de Ancelotti [el entrenador]. Seguirá siendo ross onero seguramente hasta diciembre. Después tendrá plena libertad de decidir si se queda o busca un nuevo club".
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Ofuscado ante las escasas perspectivas de jugar partidos importantes, Rivaldo proclamó el viernes que sus días en el Milan habían terminado. Dijo que no soportaba tanto banquillo -Ancelotti prefiere alinear a Shevchenko, Rui Costa, Inzaghi, o Tomasson-. Pero todo cambió el domingo. Según Galliani, Rivaldo acudió a San Siro a despedirse de los compañeros y terminó despidiéndose del público. La gente lo ovacionó al verle salir al campo con su traje negro: "¡Rivaldo quédate!".
"El público me ha llegado al corazón", confesó luego el jugador. Y ayer decidió quedarse. Tres días después de anunciar que se iba. Un año y un mes más tarde de fichar por el más laureado de los clubes lombardos. En agosto de 2002 se quedó libre y dejó el Barcelona para unirse al Milan con toda la pompa de las grandes adquisiciones. Fue recibido como un héroe por Silvio Berlusconi, dueño del club y primer ministro de la República. Hasta ayer, Rivaldo sólo había jugado 22 partidos de Liga (cinco goles). Su posición habitual ha sido el banquillo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 30 de septiembre de 2003