Los Verdes ya no forman parte de la coalición gubernamental de Bélgica, pero el Gobierno liberal-socialista sigue empeñado en facilitar los desplazamientos de los ciudadanos y reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Para ello, el ministro de la Movilidad, el socialista Bert Anciaux, estudia un proyecto rompedor: el ciudadano que entregue su matrícula, es decir, que se deshaga de su coche, recibirá a cambio un abono anual para utilizar libremente la red de ferrocarriles. Si el coche es el único de la familia, recibirán el abono cada uno de sus miembros.
El sistema ya tiene, en realidad, un interesante precedente en Flandes, la región norte del país. Lo recordaba ayer el rotativo francófono La Libre Belgique: hace un año se puso en marcha la entrega de abonos anuales gratuitos para la red de autobuses de Flandes cosechando un importante éxito. Diez mil conductores han entregado sus matrículas desde octubre de 2002 y han asegurado que no comprarán otro coche antes de tres años. La mayor parte de estos conductores tienen entre 46 y 65 años y aseguran que la principal motivación ha sido financiera.
El ministro belga debe aún perfilar mucho el proyecto. Los expertos consideran que fomentar el uso del ferrocarril apenas tendría efecto sobre el tráfico rodado ciudadano, que es una solución sólo para cubrir distancias más largas, y que la medida necesita complementarse con otras.
En Flandes, una región tan próxima a Holanda en su lengua, costumbres y fisonomía, abundan los carriles bici y, en consecuencia, los ciclistas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 1 de octubre de 2003