El plazo de mil días establecido por Joan Laporta para consolidar un equipo que arrebate a la afición puede resultar insuficiente a juzgar por la mediocridad manifestada frente al América (2-0), duodécimo en la liga mexicana. Sólo las fugaces genialidades del Ronaldinho, el buen juego de Iniesta y algunas trenzas de aplauso atemperaron la derrota. "Fue una noche completa", declaró Leo Beenhakker, técnico del equipo mexicano. Lo fue porque el 87 aniversario del club concluyó sacando pecho: con pirotecnia y mariachis, y la generalizada sensación de que el club catalán "ahorita mismo" pues no es nada del otro mundo.
Los mexicanos descendientes de catalanes, familias enteras con camisetas blaugranas, y los numerosos mexicanos forofos del Barça salieron entre cariacontecidos y resignados del estadio Azteca, que concentró a 80.000 entusiastas: tres cuartas parte del aforo total. "América, América", "Olé, olé", coreaban las gradas, acompañando a las tesoneras aguilas. Los visitantes cuidaron la espinilla y el fuelle, y esa economía fue casi descortés, según algunos aficionados. "Pésimo, eh", espetó un chaval mexicano a un grupo de corresponsales españoles. "Pues, sí, nada chigones (buenos)".
Más que incidir en el revés del Barça, que fue tratado respetuosamente por la hinchada y los comentaristas, la prensa se regodeó con la victoria y el sarao conmemorativo, al que también asistieron miembros del Gobierno. "!Vaya fiestón!", titulo el diario Reforma. "Qué pachanga", agregó Milenio. "El Barcelona sólo dejó ver algunos destellos y se paseó por el Azteca". El Universal insiste en el doblete: "El América le gana al Barcelona en una noche redonda. Más ácido fue el deportivo Récord: "¡Regalazo!. Para el equipo y la festiva afición locales, y también para el Barça "que cobró 1.800.000 euros por venir a cascarear a México. "Victoria sin chiste", resumió el diario Ésto.
"El América dejó claro que lo que los separa de las potencias, a veces sólo pasa por lo mental", escribió en Récord, Gerardo Martinez. El América abrió los ojos como platos e imprimió mayor velocidad a su ataque al comprobar la frecuente facilidad de su penetración en la zaga visitante: pudo golear, y el Barça meter algún gol. Sus delanteros tuvieron un poco de mala suerte. Esbozando media sonrisa, Frank Rijkaard dijo: "Fue una buena experiencia y un juego divertido. Lamentablemente, la derrota fue para nosotros". Kluivert pareció mareado: "Hemos tenido problemas de altura". Efectivamente, Ciudad de México está a 2300 metros de altura. A la postre, el principal mérito del Barça fue contribuir a la inmensa felicidad del América y de su afición.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 3 de octubre de 2003