Vistos de lejos, los estorninos, una señal de la llegada del otoño, componen hermosas figuras estáticas cuando, como en la foto tomada en Fontcuberta (Pla de l'Estany), están posados a millares en las líneas eléctricas, o cambiantes cuando, por decenas de millares, al atardecer, antes de posarse para dormir en árboles y tendidos, ejecutan ruidosas composiciones que semejan nerviosos bancos de peces suspendidos en el aire. En los dos casos, esta belleza tiene una cara oculta: estos vivaces pájaros son una gran molestia para los que los padecen de cerca por su infernal ruido, por la suciedad que sueltan por donde pasan y porque son una plaga para los campos de cultivos de las cercanías.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 4 de octubre de 2003