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Crónica:FÚTBOL | Copa del Rey: primera eliminatoria a partido único

Faena de aliño para el Madrid

El equipo de Carlos Queiroz gana sin problemas un partido festivo ante el animoso 'Sanse'

San Sebastián de los Reyes

Unos niños encaramados a una malla verde cantaban frente a un grupo de policías vivas al Madrid. Por megafonía se suplicaba que nadie tocase el silbato. Las gradas, casi llenas pero con algunos blancos, jaleaban al equipo local. Y en el césped, bajo la escasa iluminación del estadio, los chicos del Sanse tenían muchas más ganas de correr que los del Madrid. Sobre todo Nacho y Javi Moreno, dos chavales pequeños y habilidosos que sorprendieron en frío al conjunto blanco. O Torregrosa, un extremo corajudo que no tuvo reparos en desafiar a Roberto Carlos con cierto éxito. En esa fase César tuvo que desperezarse en un par de estiradas mientras el banquillo del Madrid se mantenía a la expectativa, con Carlos Queiroz sin salir del cubículo ni una sola vez.

S. S. DE LOS REYES 0 - REAL MADRID 3

San Sebastián de los Reyes: Leal; Vaqueriza, Romero, Cañizares, Carlos Alberto; Torregrosa, Blanco (López, m.40), Nacho, Moreno; Espino (Arias, m. 60); y Redondo (Moreno, 60).

Real Madrid: César; Borja, Pavón, Bravo, Roberto Carlos; Núñez, Cambiasso, Guti (Ricky, m. 80), Solari; Raúl (Jordi, m.64) y Portillo.

Goles: 0-1. M. 29. Raúl, con vaselina. 0-2. M. 58. Portillo, a pase de Guti. 0-3. M. 87. Cambiasso.

Árbitro: Ramírez Domínguez. Amonestó a Carlos López, Borja y Guti.

4.000 espectadores de un aforo de 7.000 en el estadio de Matapiñonera. Las entradas se vendieron entre 20 y 30 euros.

El Sanse ni se arrugó ni perdió la forma. Hasta que se retiró a la ducha tuvo pinta de osado. Pero fue insuficiente. Al Madrid le bastó con ejercer la experiencia. Hizo valer unos cuantos golpes de astucia y ejerció su alcurnia sin sudar. Un par de destellos de Raúl, el dinamismo de Solari, y el empuje de los canteranos: léase Ricky, Jordi, o incluso Borja, desapercibido en su función de lateral derecho.

Poco a poco la resistencia de los entusiastas chavales del equipo local, que lucía en su camiseta un reclamo publicitario expresamente para la ocasión, se fue debilitando. Los olés y protestas al árbitro no decrecían pero sí la cantidad de tiempo que el modesto de Segunda B tenía el balón.

Uno de los fondos acogió una pequeña representación de la peña Ultrasur. Unos treinta aficionados fanáticos blancos acamparon en un fondo en cada tiempo, pues se intercambiaron con los hinchas locales tras el descanso para ver siempre atacar a su equipo. Gritaron bastante y entonaron rimas alusivas a la hinchada rival, la del Atlético.

En el campo, poco a poco, la superioridad de los blancos empezaba a traducirse en el pequeño marcador del estadio. Un rectángulo a pie del terreno de juego cantaba a los 25 minutos que Raúl, que apenas había aparecido hasta ese momento, había agujereado ya la entusiasta resistencia local con una buena vaselina.

En el descanso, los hombres sacaron sus botas de vino y las mujeres se acurrucaron aún más en sus abrigos. Los jugadores salieron junto a periodistas, guardas jurados, invitados y demás personal por la bocana de vestuarios. Algunos aficionados aprovecharon para fotografiar a los jugadores madridistas y algún futbolista del Sanse acarició la cabeza calva de Roberto Carlos.

El aire de pachanga, con todo un colegio con sus ropas deportivas oficiales en uno de los laterales del campo, se fue adueñando del partido. Los de casa se aburrieron de empujar sin premio y los madridistas, incluidos los chavales de la cantera, en general, bastante discretos, también dejaron que el choque resbalara por el tobogán del reloj hasta su conclusión. Entonces, un bombo que hasta ese momento no se había echo oír retumbó en el pequeño estadio -que no se llenó a pesar de los precios económicos- dio un último empujón a los suyos. Sin embargo, en la única exquisitez de Guti en toda la noche, un magnífico servicio suyo derivó en un gol de Portillo. Éste, al contrario que hace un año, cuando selló tres tantos en el mismo campo y en el mismo torneo, no estuvo fino. Falló varios goles cantados y estuvo más torpe de la cuenta en dos intentos de regate al meta local.

Pero al Madrid no le hicieron falta florituras. A medio gas la cosa le resultó sencillísima. Apenas recibió un rasguño. Para el Sanse, fue una fiesta, y todos tan contentos. Salvo Solari, quizá, que estrelló tres veces la pelota en los postes. Más suerte tuvo su compatriota Cambiasso casi al final, cuando cerró el marcador.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 8 de octubre de 2003