El Ministerio de Educación parece enfrentarse a una complejísima y problemática tarea cada vez que cae en sus manos un título extranjero para homologar, a juzgar por el clamor y la desesperación de los interesados, que nunca dejan de ser noticia.
Pues bien, yo quiero contar mi caso. Tras doctorarme en España conseguí una plaza de profesora asistente en la Universidad de Friburgo, en Alemania, en condición de funcionaria del Estado. Cuando acudí al rectorado para formalizar la toma de posesión mostré mis títulos de licenciada y de doctora por la Universidad de Oviedo. Ni siquiera me pidieron una traducción, fue suficiente con una fotocopia que se compulsó sobre la marcha.
Y la singular Administración pública española interpone los obstaculos necesarios para que el reconocimiento del título más simple lleve años.
¿Pensarán que la excelencia de la Universidad española no tiene parangón en el mundo, o será pura y simple borreguez? ¡Qué vergüenza!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 8 de octubre de 2003