El nuevo gobernador del Estado más importante de EE UU no ha nacido en EE UU, y en su noche triunfal, la del martes, compareció como candidato republicano ganador besando a una Kennedy -su mujer- y haciendo historia: es la primera vez en California y la segunda en este país que la primera autoridad de un Estado cae por iniciativa popular. El actor Arnold Schwarzenegger, de 56 años y nacido en Austria, supo recoger el enfado de los ciudadanos con la crisis económica y las fórmulas tradicionales de los políticos y barrió en unas elecciones extraordinarias en las que consiguió el 48% de los votos, frente al 32% del demócrata Cruz Bustamante, que no pudo evitar que casi una tercera parte del voto hispano fuera a parar al actor.
En un Estado bastión del Partido Demócrata, otro republicano, Tom McClintock, fue tercero con el 13%. Schwarzenegger se llevó la mayoría de los votos de los hombres blancos, pero también las mujeres votaron por él; consiguió el respaldo de los más acomodados, pero más de la mitad de los afiliados a los sindicatos dijeron en sus papeletas que querían echar al demócrata Davis; el actor, que ha desembarcado a lo grande en la escena política, se llevó de calle las preferencias de los independientes y moderados; casi un tercio de los hispanos desafió el estereotipo y le dieron su apoyo, pero también un 17% de los negros -votantes fieles del Partido Demócrata- se sintieron más a gusto dándole su voto. La partipación fue del 65%. Con 35,1 millones de habitantes, California tiene 15,4 millones de votantes registrados.
Las primeras palabras del gobernador electo, que debería tomar posesión dentro de cinco semanas, fueron de agradecimiento a su mujer, la periodista Maria Shriver, sobrina de John Kennedy: "Sé cuántos votos he tenido gracias a ti", le dijo Schwarzenegger, acusado de comportamiento muy inapropiado por 16 mujeres. La defensa a capa y espada de Shriver y de otras muchas mujeres fue vital para el actor, pero él mismo reaccionó de una forma aceptable para el electorado: pidió perdón y dijo: "¿Por qué estas acusaciones llegan ahora?".
Ésta es la clave: la mayoría entendió que era una maniobra política más contra un candidato al que, gracias a su enorme celebridad, todos creen conocer personalmente; todos se sienten cercanos a él. Y Arnold no decepcionó en su saludo triunfal en el Century Plaza de Los Angeles: el emigrante que consigue el sueño americano agradeció a California "todo lo que me ha dado, sobre todo el principal regalo: vuestra confianza". "Haré todo lo posible", continuó, "para estar a la altura de esa confianza". Por la tarde, en su primera rueda de prensa, quiso dejar claro que se tomará su nuevo papel muy en serio: "No tendré tiempo para hacer películas. Hay demasiado trabajo que hacer y mi espíritu no está ahora en el cine".
El gobernador de todos
Y del corazón a la cabeza, con el mensaje de la integración después de una campaña apasionada que ha enfrentado duramente a los votantes: "He oído la voz de todos, hay que reconstruir este gran Estado, y quiero ser el gobernador de todos los californianos, porque esta noche es la de la celebración, pero mañana empezará el trabajo duro". Por eso, lanzó este aviso a unas Cámaras parlamentarias dominadas por los demócratas: "Para que el pueblo gane, debe perder la política convencional", y añadió después: "Mi puerta estará siempre abierta para trabajar por el bienestar de California. Os tiendo mi mano, necesito vuestra ayuda".
Igual mensaje a los otros candidatos "a los que extiendo el olivo de la reconciliación". Una rama rápidamente recogida por el republicano Tom McClintock, que obtuvo un 13% y que es un político muy sólido, aunque mucho más conservador que Schwarzenegger; tanto McClintock como el Partido Republicano deben tomar nota de que, en California, un electorado descontento con los políticos tradicionales entrega el bastón del cambio a alguien que defiende opciones moderadas y tolerantes.
¿Qué ha ocurrido en California? Sus ciudadanos -que pasan por ser la vanguardia política, económica y social de EE UU- han apostado por el cambio. Han preferido el riesgo de lo desconocido a seguir como estaban, porque culpan al gobernador saliente y a los políticos de la crisis económica que tiene en números rojos las cuentas del Estado más rico de EE UU. Hace sólo 11 meses, los votantes reeligieron -con una bajísima participación- al demócrata Gray Davis. Pero después de una recogida de firmas que fue el altavoz del descontento de la mayoría silenciosa contra una clase política ineficaz y encerrada en sí misma, el 55% del electorado votó el martes a favor de destituir a Davis. El gobernador de Dakota del Norte destituido en 1921, Lynn Frazier, ya tiene quien le acompañe en su tristeza. ¿Habrá ahora una marea de destituciones? No es previsible, porque en la mayoría de los 18 Estados que contemplan la posibilidad hace falta que lo pida el 25% (en California, sólo el 12%). Pero el aviso está dado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 9 de octubre de 2003