Durante todo el año utilizo el servicio de cercanías de Renfe para desplazarme a mi trabajo, en concreto la línea de cercanías C-3 de Madrid, para recorrer un trayecto, entre Ciempozuelos y Madrid, que, según establece Renfe, ha de ser realizado en un tiempo medio de 32 minutos, y en algunos casos -trenes Civis-, en tiempos sustancialmente inferiores.
Desde hace ya más de un año, y de manera sistemática, la duración de cada uno de los trayectos que realizo se ve incrementado en cuatro, cinco o muchos más minutos, lo que representa, en el mejor de los casos, retrasos superiores al 10%, fácilmente constatable cuando las estadísticas se analizan de manera no interesada.
Prefiero no calcular el número de horas, en términos anuales, en que se ven incrementados mis desplazamientos respecto a lo que creo contratar cuando, cada mes, abono el importe del abono transporte que utilizo, y sin ningún tipo de descuento.
Tampoco quiero recordar que según Renfe, los retrasos producidos en trenes de cercanías, independientemente de su duración, no generan devoluciones del importe del billete. No quiero recordar las condiciones de hacinamiento e inseguridad física que se producen cada mañana en la estación de Atocha.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 9 de octubre de 2003