Con mucho músculo al servicio de Gasol y Miller, y tomándose el asunto con una seriedad impropia del amistoso del que se trataba, los Grizzlies zanjaron el asunto con relativa holgura (80-91). La NBA, pese a la relatividad de las conclusiones de un partido de pretemporada y tan festivo como el de ayer, continúa marcando distancias. El tramo no es sideral, desde luego. Pero los Grizzlies, actuaron muy concienciados de la responsabilidad que asumían: evitarle un nuevo sonrojo a la NBA tras los batacazos de la selección americana en el Mundial del año pasado y apartar de sí el agrio caliz que hubiera tenido que apurar de convertirse en el primer equipo en caer ante un rival ajeno a la mejor Liga del mundo. Había ciertas dudas al respecto. Los Grizzlies no son nada del otro mundo. Al contrario, han sido uno de los peores equipos en las últimas temporadas de la NBA. Y probablemente el Barcelona, de haber estado más fino y más compenetrado su nuevo escuadrón, sin Jasikevicius y con Ilievski, Grimau y un Varejao con más minutos de juego, hubiera podido poner contra las cuerdas al equipo de Gasol. Lo hizo durante algunos minutos. Logró incluso ganar un parcial, el segundo (22-21). Pero el horno no estaba para bollos.
BARCELONA 80- MEMPHIS GRIZZLIES 91
Barcelona: Ilievski (10), Grimau (5), Bodiroga (12), Varejao (8), Femerling (4); Fucka (4), Navarro (19), Dueñas (3), De la Fuente (6), Nacho Rodríguez (7) y Marc Gasol (2).
Memphis Grizzlies: Jason Williams (9), Miller (17), Posey (0), Swift (9), Pau Gasol (18); Watson (13), D. Jones (9), Battier (5), Wright (10) y Outlaw (1)
Parciales: 18-23, 22-21, 15-25 y 25-22.
Árbitros: Dan Crawford, Michael Smith y Amorós. Eliminaron por faltas personales a Swift y Jones (m. 42).
Palau Sant Jordi. 16.500 espectadores. Lleno absoluto.
Los Grizzlies hicieron honor a su apodo. Actuaron como osos pardos. Repartieron estopa a base de bien; tanta, que perdieron por faltas a Swift y Jones cuando todavía quedaban más de seis minutos para el final. El Barcelona se atascó ante la dura y trabada defensa de su adversario, que en el tercer cuarto, con Gasol más suelto tras los nervios que acusó en el arranque y mareando a Femerling como a un pato, pusieron tierra de por medio (15-25).
Los 14 puntos de diferencia con los que se abrió el último cuarto, dejaban el partido visto para sentencia. Y así fue. Pero el Barcelona, de la mano de Nacho Rodríguez en defensa y el descaro de Navarro en ataque, reaccionó y logró un parcial de 20-10 que volvió a meterle el miedo en el cuerpo al equipo de Memphis. Quedaban cinco minutos y la ventaja de los de Tennessee era de cinco puntos (75-79). En ese momento, se enlazaron dos jugadas de vértigo, de costa a costa, finalizadas con lanzamientos desde más allá de los 6,70 metros. El de Navarro hizo agua; el de Miller entró. Y ahí acabó todo.
Los Grizzlies ganaron porque impusieron su ritmo de juego, porque defendieron a tope, porque no hicieron apenas la más mínima concesión y porque varios jugadores del Barcelona actuaron fuera de foco, empezando por una pieza tan vital como Bodiroga. El jugador serbio no se encontró a gusto y tampoco los pívots de su equipo, que apenas pudieron oler las proximidades del aro de los de Memphis. Los pívots americanos, más rápidos y atléticos, vallaron su zona. Y eso que todavía se echa en falta un cinco de verdad -no jugó el griego Tsakalidis- y categoría, que le daría muchas más posibilidades a Gasol, que acabó con sus números de casi siempre: 18 puntos y 9 rebotes. El Barcelona tuvo que recurrir en exceso a las penetraciones de sus jugadores exteriores. Eso y sus fallos desde la línea de tiros libres (30 aciertos de 44 intentos) le condenó. Para su consuelo, la derrota fue contra Gasol y, por lo tanto, dolió menos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 11 de octubre de 2003