Rubén Castro Martín (Las Palmas, 1981), delantero de la Unión Deportiva Las Palmas, se hizo famoso el día que entró al campo y le hizo dos goles al Madrid en Liga, en 2001, justo cuando Zidane daba sus primeros pasos en España. "¡Cómo no me voy a acordar!", suspiraba ayer; "le hice uno con la izquierda y otro con la derecha".
Menos repercusión tiene la gesta que le ocupa en estos días: es el máximo goleador de Segunda con siete tantos en siete partidos, un gol cada 89 minutos. Uno con la cabeza, cuatro con la derecha y dos con la izquierda. Una racha que acompaña su resolución de jugar en Primera a pesar del lastre que le supuso el descenso, hace un año y medio, justo en la temporada de su debú. "¡Claro que quiero jugar en un peninsular!", proclamó ayer.
Hay jugadores que se desarrollan en laboratorios de comodidad y cuidados. A base de manuales para padres y libros de reglas de conducta que procuran conducir la educación por un conducto ideal. Es el caso de la Ciudad Deportiva del Madrid, o la Masía del Barça. Otros chicos evolucionan a pesar de las privaciones. Es el caso de Rubén, que se crió junto a sus tres hermanos en el seno de una familia que no es ajena a los problemas sociales que golpean al distrito más pobre de Las Palmas, el barrio marinero de La Isleta.
Rubén se abrió paso a través del paro, la educación deficiente y la falta de dinero y perspectivas. Lo ayudó un poco su madre, otro poco su entrenador, Juan Manuel Rodríguez, y otro poco sus representantes. Hizo piña con sus hermanos -Álex y Guillermo, defensas, juegan con él en la Unión Deportiva- y salió adelante. Gracias al dinero que le da el fútbol tira de la familia. No es mucho, porque el club está quebrado, pero él nunca vivió mejor. Y por supuesto, no sabe qué es presión.
"A mí siempre me gustó Romario", dice; "se lleva por delante al que quiere". Con igual serenidad juega él. Es rápido, tiene frenada, habilidad, pase, y está empeñado en demostrar que vale. Está más en racha que nunca. El domingo llegó de Armenia -marcó de cabeza con la Sub'21- a las cinco de la mañana. Al mediodía voló a Gijón y a las cinco y media le hizo un gol al Sporting.
No por nada, hablando de jugadores, Luis Aragonés dijo que uno le había "impresionado". Había visto a Rubén.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 14 de octubre de 2003