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ANTOLOGÍA DE BABEL | POESÍA

A Higia, diosa de la salud

Y por un rato salgo del santoral cristiano,

Elevando a los cielos por primera vez ahora

Qué de infinitas súplicas con prisa inigualable

A la más socorrida

De las deidades griegas para que ella por siempre

Proteja la salud de afuera y de adentro,

Hasta en hierro tornarla e inexpugnable al fin,

Y ya no un leve soplo.

Que lo físico bien y lo psíquico igual

Tal solicitud que cada cual formula

A la divinidad del bienestar humano,

Por encima de todo,

Exclusivo deseo en uno y otro trecho

De la constante ruta entre cuna y sepulcro,

Remachando ardoroso con las mismas palabras

Esta ansia de estar óptimo.

Las preces hacia ti son la piedra angular,

Con la mirada fija en tu invisible imagen,

Durante la niñez, juventud y vejez,

Higia adorada mía,

Que consubstancial siempre queremos ser contigo,

Como una indivisible cosa perpetuamente,

Aunque tú entronizada en los celestes cielos,

Y yo huésped del quirófano.

¡Qué le vamos a hacer! Hasta el extremo instante

Estaré en ti pensando, con afán implorándote

Una pequeña miga de tu benevolencia,

Y descubrir así

El tesoro recóndito del bálsamo sin par

De tu ser misterioso, que en el Olimpo mora

Para que el alma y cuerpo de Adán y Eva enfermizos

En grande acá lo pasen.

Porque, Higia bienhechora, en los humanos tuétanos

Desde el claustro materno hasta la eternidad

Soberana allí yaces como estrella en la noche,

Por lo cual tu devoto

Un enhiesto árbol es en su larga existencia,

Que por ti solamente las sacras vitaminas

Gobiernan de la grey el bolo alimenticio,

Y aun del mismísimo orbe.

Carlos Germán Belli (Lima, 1927) acaba de publicar el libro de poemas La miscelánea íntima (Pre-Textos).

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 18 de octubre de 2003