El de ayer fue el derby más tranquilo de los últimos años. Blindado por severas medidas de seguridad, el partido transcurrió sin incidentes dentro y fuera del campo. Desde hace algunas temporadas los enfrentamientos entre Sevilla y Betis habían dejado de vivirse como una fiesta para convertirse en una jornada de alto riesgo en la que siempre se acababa hablando más de lo ocurrido fuera del terreno de juego que de lo que había pasado dentro. Ayer, la policía tan sólo detuvo a una persona por tirar una botella. El apresado quedará en libertad tras prestar declaración.
El operativo preparado pactado entre la Subdelegación del Gobierno, el ayuntamiento y las directivas de los dos clubes ralentizó el acceso del público y causó más colas de las habituales, pero consiguió su propósito de evitar males mayores.
En la operación participaron 254 agentes del Cuerpo Nacional de Policía, 56 policías locales y alrededor de 160 vigilantes de seguridad privada en el interior del estadio. Además, el Sevilla pidió a sus aficionados que adelantaran su hora de entrada al estadio para que no se formaran atascos ante la media docena de arcos detectores de metales por los que tuvieron que pasar tanto el público como los periodistas. Las colas se formaron, pero al menos no hubo que ver ningún cuchillo, muleta o similar volando hacia el césped del Sánchez Pizjuán.
La llegada de los jugadores béticos al estadio sevillista, otro de los puntos calientes habituales de los últimos derbies, transcurrió también sin sobresaltos. Un rígido cordón policial escoltó a la plantilla verdiblanca en su viaje en autobús y al bajar de éste, un trayecto de apenas tres metros que en otras ocasiones ha dejado más de una brecha. Ayer, la policía agrandó la barrera de seguridad y los aficionados tuvieron que ver de lejos ayer la escena.
El Sevilla no quiso acogerse a la medida inaudita ideada en el último Betis-Sevilla por el presidente bético, Manuel Ruiz de Lopera, que se negó a sacar entradas a la venta para evitar la visita de los aficionados sevillistas. Los directivos blancos no han querido cortar el paso a nadie tan a las claras, pero el alto precio de las entradas, 60 euros la más barata, actuó también como disuasor de problemas.
Al final, el entrenador del Betis, Víctor Fernández, felicitó a la directiva blanca por la tranquilidad con la que transcurrió el partido fuera del campo. Respecto a lo que ocurrió dentro, Fernández se quedó con la "extraordinaria capacidad de reacción" de su equipo. El entrenador bético valoró como algo natural el buen juego desarrollado por uno y otro equipo, algo poco habitual en los derbies sevillanos. "Los dos equipos tienen muy buenos futbolistas y es difícil no ver buen fútbol si los dos se ponen a jugar".
Para el técnico del Sevilla, Joaquín Caparrós, el de ayer fue también un derby distinto. "El de más calidad de los siete que he jugado [...] y siendo el que teníamos más controlado, en el que mejor hemos jugado y en el que hemos sido muy superiores, al final casi perdemos".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 20 de octubre de 2003