Michael Schiavo logró la semana pasada que desconectaran a su mujer, Terri, las sondas de alimento para dejarla morir. El domingo impidió que comulgara por última vez, contra la voluntad de sus suegros. La policía que custodia la habitación de la enferma en Florida prohibió el domingo a un cura católico que le diera la sagrada forma por temor a que "se ahogara". Los suegros de Michael Schiavo creen que éste quiso desconectar a su mujer para cobrar un millón de dólares que obtuvo tras demandar al centro médico que supervisaba la dieta de su mujer, cuando ésta sufrió una ataque al corazón que la dejó en estado vegetativo hace 13 años. Los médicos creen que morirá en cinco o seis días, a menos que le reinserten las sondas.
El caso ha suscitado el apoyo de decenas de miles de personas, incluido el gobernador de Florida Jeb Bush y de legisladores del Estado, que ayer convocaron una sesión de urgencia para debatir una ley que prohíba la eutanasia en pacientes que estén discapacitados pero no en "estado vegetativo permanente e irreversible". La opinión pública está dividida. Los neurólogos que han testificado en el juicio a favor del marido dicen que su estado es irreversible, y los que lo han hecho a favor de los padres afirman lo contrario.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 21 de octubre de 2003