Mi ciudad es una de las afortunadas que desde este año cuenta con uno de los modernos centros educativos TIC. Uno, nacido quizá demasiado tarde, ve con envidia y con ilusión cómo los estudiantes de Primaria utilizan las nuevas tecnologías en las mismas aulas en las que pasé ocho años de mi vida.
Para mí es un orgullo que estos adelantos lleguen a la ciudad en la que vivo. El problema es que, en esta misma localidad, a menos de un kilómetro de esa fabulosa escuela, se encuentra otro centro escolar, el Reyes Católicos, en un estado calamitoso. Escuela donde alumnos y profesores ven cómo pasan los años y ninguna administración se acuerdan de ellos. Estos sólo han escuchado promesas pero al final todas han quedado olvidadas en los pasillos y en los despachos de la Delegación de Educación de Huelva.
Hace unas semanas, a mi colegio fue el presidente de la Junta, a pasear entre ordenadores y última tecnología. Del Reyes Católicos no se acordó nadie. Por ello, me gustaría pedir desde estas líneas que la Junta atendiese las reivindicaciones de esos sufridos padres, maestros y alumnos que observan, desde la tercera división de la educación andaluza, cómo su vecino o su primo se educa con los últimos avances mientras ellos sólo pueden ver cómo su colegio se deteriora día a día.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 25 de octubre de 2003